martes, diciembre 07, 2021

NUEVAS CARAS DE LA DERECHA

 

LAS NUEVAS CARAS DE LA DERECHA

1 Libro Autor Enzo Traverso

Editor Siglo XXI

PRIMERA EDICIÓN 2021

 

¿Por qué funcionan las propuestas vacías y el discurso

enfurecido de los antisistema y cuál

es su potencial político real?

LIBRO POR ENCARGO

PREFACIO A ESTA EDICIÓN

Fascismo del siglo XXI: dónde estamos

A lo largo de la última década, el mundo fue

testigo de un aluvión de movimientos de extrema derecha

Con ellos, parecían resurgir los fantasmas de la

década de 1930 y extenderse por varios continentes

la sombra de una oleada neofascista o posfascista

El punto culminante se situó entre 2016 y 2018, con los

triunfos electorales de Donald Trump en los Estados

Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil y, entretanto, el

choque entre Marine Le Pen y Emmanuel Macron en Francia

Muchos partidos de extrema derecha llegaron al gobierno

en países de la Unión Europea, y se terminaron algunas

“excepciones”, con la aparición de Alternativa para

Alemania [Alternative fürDeutschland]

y el Vox en la escena política alemana y

española, respectivamente, más la expansión de la Liga

del Norte [Lega Nord] italiana bajo la conducción

de Matteo Salvini Se instalaron gobiernos autoritarios,

nacionalistas y xenófobos por doquier, desde la Rusia

de Vladímir Putin hasta la India de Narendra Modi y

la Turquía de Recep Tayyip Erdoğan

El mundo tomaba un rumbo sombrío:

¿neofascismo, posfascismo, populismo de extrema derecha?

El debate sobre cómo

llamarlo siguió abierto, pero cada cual entendía que

en ese momento el fascismo era más que un área de

los estudios históricos; volvía a ser una cuestión de la

agenda contemporánea

La mayoría de los observadores –y me incluyo–

creían que una nueva crisis económica aceleraría

drásticamente esa tendencia general y que debíamos

prepararnos para un nuevo y horrible escenario

Se produjo la crisis: desde comienzos de 2020,

la pandemia de covid-19 ha sumido al planeta en una recesión global

Pero al mismo tiempo –por suerte–, nuestro

calamitoso diagnóstico no se ha cumplido

Por supuesto, seguimos en medio de una crisis mundial, los

movimientos de extrema derecha no han desaparecido

 y todavía hay varios desenlaces posibles

Sin embargo, actualmente queda en claro que ha habido un

significativo retroceso en la dinámica aparentemente

inexorable de fascistización

El indicador más evidente de este cambio fue

la derrota de Trump en noviembre de 2020

Si observamos desde una perspectiva general este

panorama heterogéneo y contradictorio,

sin limitarnos a un único país, la pandemia

se muestra como la

matriz de dos tendencias globales:

un giro biopolítico

y un giro potencialmente autoritario

Si bien hablar

de una matriz tal vez sea inapropiado –por supuesto,

esas tendencias existían de antemano–, no hay duda

de que la pandemia las incrementó y las aceleró con vigor

Sin excepción, el giro biopolítico es bastante

notorio: los gobiernos desarrollaron extraordinariamente

su control sobre las poblaciones, ocupándose

de nuestra vida –de nuestros cuerpos físicos,

literalmente– como objetos biológicos

que administrar y proteger

El futuro de la economía global depende de

la eficacia de estas políticas de salud; en primer lugar,

una campaña de vacunación rápida, amplia y efectiva

Apoyamos o criticamos a nuestros gobiernos según su

capacidad de implementar dichas políticas sanitarias

Pero el problema tiene una segunda dimensión,

que ya no nos afecta como objetos biopolíticos,

sino como sujetos jurídicos y políticos, como ciudadanos

Esta segunda dimensión es un giro potencialmente

autoritario que radica en la transformación de

nuestros gobiernos en “estados de excepción”,

en poderes políticos que limitan de manera radical nuestras

libertades públicas e individuales

Desde luego, aceptamos los confinamientos

y las restricciones impuestos en nombre

de la seguridad colectiva, pero poco

a poco advertimos que estas políticas están alterando

nuestros estilos de vida, nuestras maneras de trabajar,

nuestras formas de socializar e interactuar, y que en

nuestras sociedades aumentan radicalmente

las diferencias de clase

No es cierto que todos seamos iguales de cara

al virus, dado que quedamos expuestos a

él selectivamente en función de nuestro estatus social

y económico, y también en función del país al cual

pertenecemos

No hay duda de que la pandemia tiene un impacto

 

 mayor en el Sur Global

Esto implica desigualdades cada vez mayores

en todos los niveles, y, a su vez, más desigualdades

implican poderes más autoritarios

En China, la pandemia se neutralizó con

medidas despóticas dignas de un gobierno orwelliano

En varios países de Europa, los confinamientos y

las restricciones se implementaron mediante

la aplicación de leyes antiterroristas y coincidieron con un

significativo aumento de la violencia policial

En un contexto como este, los movimientos de

extrema derecha acaso parezcan buenos

candidatos para liderar el giro autoritario

hacia el estado de excepción

Pero hay un hecho crucial: no cuentan

con credenciales serias para controlar

el giro biopolítico. Como “buenos pastores”,

Donald Trump, Jair Bolsonaro, Narendra Modi,

Marine Le Pen y Matteo

Salvini no tienen credibilidad alguna

En términos del filósofo francés Michel Foucault, podríamos decir

que nadie los ve como la personificación de un “poder

pastoral” efectivo

Esta es una diferencia significativa

entre los actuales movimientos de extrema derecha

y el fascismo clásico, y va mucho más allá de varios

otros deslindes relacionados con nuestros diferentes

contextos históricos

En la década de 1930, Benito Mussolini, Adolf Hitler

y Francisco Franco prometían

un futuro y se mostraban como una respuesta eficaz

a la depresión económica, en contra de las exhaustas

democracias liberales que, a los ojos de mucha gente,

encarnaban los vestigios de un orden político en ruinas

Por supuesto, esta era una peligrosa ilusión –el

esfuerzo por poner fin a la desocupación mediante el

rearme y la guerra condujo a la catástrofe–, pero hasta

la Segunda Guerra Mundial su propaganda funcionó

bastante bien

No sucede lo mismo con sus herederos

Las respuestas de Trump, Bolsonaro, Modi, Le Pen y Salvini a la

pandemia consistieron simplemente en la negación,

la incomprensión, la incompetencia y la ineficiencia

El primer año de pandemia nos hizo tomar una noción

cada vez más aguda de que estamos frente a una

emergencia global que requiere respuestas globales

Las recetas tradicionales de la extrema derecha –el

nacionalismo, el retorno a valores conservadores y a

la soberanía nacional, más la búsqueda de chivos

expiatorios– no funcionaron en modo alguno

En Italia, Salvini, el carismático líder de la Liga nacionalista y

xenófoba, se había acostumbrado a organizar

manifestaciones masivas en las cuales denunciaba las terribles

enfermedades que afectaban a su país: los inmigrantes,

los refugiados y, por supuesto, el islam

La prédica del odio había demostrado ser

un ejercicio muy popular,

y Salvini estaba a la cabeza en las encuestas

Sin embargo, al cabo de algunos meses de pandemia, cuando el

país era el epicentro del brote europeo y los hospitales

no daban abasto, la gente empezó a llenar de elogios

a los médicos y enfermeros albaneses, tunecinos

y chinos que acudían en ayuda de sus colegas italianos.

Esta es la señal de un retroceso, no de una

derrota o una decadencia irreversible

Estamos en medio de un proceso de transición

cuyos resultados aún son

desconocidos y están abiertos: o bien un New Deal del

siglo  XXI, capaz de enfrentar el cambio climático y

revertir las transformaciones producidas por

cuarenta años de neoliberalismo, o un giro

a la extrema derecha que arrojará a nuestro

planeta a la catástrofe anunciada

En el contexto actual, los dos resultados

son perfectamente posibles

En el siglo XX, el fascismo era un proyecto

de “regeneración” de la nación, vista como una comunidad

étnica y racial homogénea

Si este es el núcleo del fascismo, no sería

erróneo definir los movimientos de

extrema derecha de nuestros días, a pesar de tantas

diferencias obvias, como los herederos del fascismo clásico

El léxico fascista ha cambiado, desde luego, y

su “comunidad imaginada” exhibe nuevos características o,

mejor dicho, nuevos mitos

Designa una pureza supuestamente originaria

que es debido defender o restaurar contra sus enemigos:

la inmigración (“el gran reemplazo”), las invasiones

raciales antiblancos, la corrupción de los valores

tradicionales por parte del

feminismo y los grupos de activismo LGBTQI,

el islamismo y sus agentes (el terrorismo

y el “islamoizquierdismo”), etc…

Los precursores del surgimiento de esta

oleada neofascista anidan en la crisis de hegemonía

de las élites globales, cuyas herramientas de gobierno,

heredadas de los viejos Estados -  nación, parecen

obsoletas y cada vez más ineficaces

Como explicaba el marxista italiano Antonio

Gramsci en su revisión crítica de Nicolás Maquiavelo,

la dominación es una

combinación de aparatos represivos y una hegemonía

cultural que permite a un régimen político mostrarse

legítimo y benéfico, en vez de tiránico y opresivo

Tras varias décadas de políticas neoliberales,

las clases dominantes han incrementado enormemente su riqueza

y su poder, pero también han sufrido una significativa

pérdida de legitimidad y de hegemonía cultural

Estas

son las premisas para el ascenso del neo- o posfascismo:

por un lado, la creciente “caída en el salvajismo”

de las clases dominantes y, por otro, las extendidas

tendencias autoritarias que su dominación engendra

La definición del fascismo como un proyecto de “regeneración”

de la nación capta un elemento fundamental de

continuidad histórica, pero probablemente sea insuficiente

Contemplado desde una perspectiva

histórica, el fascismo fue más que una forma de nacionalismo

radical y una idea racista de nación

También fue una práctica de violencia política, un anticomunismo

militante y una completa destrucción de la democracia

La violencia, especialmente dirigida contra la

izquierda y el comunismo, fue la forma privilegiada de

su acción política, y en todos los lugares donde llegó

al poder –ya fuese por vías legales, como en Italia y

Alemania, o por medio de un golpe militar, como en

España–, el fascismo destruyó la democracia

Desde este punto de vista, los nuevos movimientos

de la derecha radical tienen una relación

diferente tanto con

la violencia como con la democracia

Si bien pretenden defender al “pueblo”

contra las élites y restablecer

el orden, no quieren crear un nuevo orden político

En Europa, están más interesados en hacer valer

tendencias autoritarias y nacionalistas dentro de la Unión

Europea que en destruir sus instituciones

Esa es la postura de Viktor Orbán en Hungría y de Mateusz

Morawiecki en Polonia, así como de Marine Le Pen

en Francia y Matteo Salvini en Italia, dos líderes que

en última instancia aceptaron el euro

La Liga italiana recientemente participó en

un gobierno de coalición

encabezado por Mario Draghi, exdirector del Banco

Central Europeo y figura prominente del neoliberalismo

y las élites financieras

En la India, Brasil y los Estados Unidos, líderes de extrema

derecha llegaron al poder y desplegaron tendencias

autoritarias y xenófobas sin cuestionar

el marco institucional de sus Estados

Bolsonaro y Trump no sólo fueron incapaces

de disolver el Poder Parlamentario; terminaron (o

están en tren de terminar) su mandato enfrentando

varios procedimientos de destitución

El caso de Trump, el más discutido en los últimos

meses, es particularmente instructivo

Su trayectoria fascista se reveló con claridad

cuando al final de su

presidencia se negó a admitir la derrota y buscó

invalidar el resultado electoral

Sin embargo, la “insurrección” folclórica

de partidarios suyos que invadieron el

Capitolio no fue un golpe fascista fallido; en cambio,

entrañó un intento desesperado de invalidar

una elección por parte de un líder que, sin lugar

a dudas, había roto las reglas más elementales de

la democracia –lo cual posibilita describirlo como

fascista–, pero se mostraba incapaz

de señalar una alternativa política

Es indudable que Francisco Franco y Augusto Pinochet

habrían considerado ese “alzamiento” del 6 de enero

como una iniciativa de aficionados patéticos

Lo acontecido en el Capitolio reveló de manera indiscutible

la existencia de un movimiento fascista de masas en

los Estados Unidos, y en un sentido más amplio, un

movimiento fascista organizado por medio de una red

de milicias armadas

Aun así, este movimiento sigue muy lejos

de conquistar el poder, y su consecuencia

inmediata fue hundir al Partido Republicano en una

profunda crisis

Trump había ganado las elecciones

de 2016 como candidato de ese partido: una coalición

de élites económicas, clases medias altas interesadas

en los recortes impositivos, defensores de los valores

conservadores, fundamentalistas cristianos

y clases populares blancas empobrecidas

que se sentían atraídas por un voto de protesta

Por cierto, esta coalición puede recrearse

Sin embargo, como líder fascista de un movimiento

de supremacistas blancos y nacionalistas reaccionarios,

Trump no cuenta con muchas posibilidades de

ser reelecto

Por añadidura, habría que entender en

su contexto el movimiento fascista que lo respalda

En contraste con la milicia fascista italiana (los camisas

negras) entre 1920 y 1925 o los SA [Sturmabteilung]

nazis entre 1930 y 1933, que expresaban la caída

del monopolio estatal de la violencia en la Italia y la

Alemania de posguerra, respectivamente, las milicias

de Trump son un legado envenenado de la

historia estadounidense, la historia de un país donde la posesión

individual de armas se considera una característica de

la libertad política

Por estremecedor que resulte, esto

no es el presagio de un Estado a punto de derrumbarse

En los años treinta del siglo XX, las élites industriales,

financieras y militares europeas apoyaron

al fascismo como solución a las crisis políticas

endémicas y a la parálisis institucional; también, y sobre todo,

como una defensa contra el bolchevismo

Hoy en día, respaldan al neoliberalismo

En los Estados Unidos, el establishment puede apoyar

al Partido Republicano como alternativa típica

al Partido Demócrata; pero el

Pentágono nunca adheriría a un golpe de supremacistas

blancos para impedir la elección de Joe Biden

como cabeza del Poder Ejecutivo

En el llamado Viejo

Mundo, el establishment está representado por la Unión

Europea y se opone con firmeza a los movimientos

populistas, nacionalistas y posfascistas que reclaman un

retorno a las “soberanías nacionales”

El fascismo clásico nació en un continente devastado

por la guerra total y se desarrolló en una atmósfera

de guerras civiles, dentro de Estados profundamente

inestables y con mecanismos institucionales paralizados

por agudos conflictos políticos

Su radicalismo surgió de una confrontación

con el bolchevismo, que le dio el carácter “revolucionario”

El fascismo consistía en una ideología y un

imaginario utópicos, que

crearon el mito del “hombre nuevo” y la grandeza nacional

Los nuevos movimientos de extrema derecha

carecen de todos esos pilares: son producto de

una crisis de hegemonía que no puede compararse

con el derrumbe europeo de la década de 1930; su

radicalismo no incluye ni un asomo de

“revolucionario”, y su conservadurismo –una defensa

de los valores y las culturas tradicionales,

las “identidades nacionales” amenazadas y una

respetabilidad burguesa

opuesta a las “desviaciones” sexuales– está desprovista

de la idea de futuridad que modeló de manera tan

profunda las ideologías y utopías fascistas

Por eso, me parece más apropiado describirlos

como posfascistas, no como neofascistas

¿Esto significa que no existe un peligro fascista?

De ningún modo. A decir verdad, si observamos

el presente a través de un prisma histórico, no podemos

descartar esa posibilidad

El impresionante ascenso

de los movimientos, partidos y gobiernos de extrema

derecha muestra con claridad que el fascismo puede

convertirse en una alternativa

Pero aunque no cabe duda de que persiste la

posibilidad de una nueva era posfascista, es

importante señalar que la crisis económica desatada

por la pandemia no la fortaleció

Así, la pretensión ultraderechista de encarnar

una alternativa “antisistema” probablemente

parezca menos convincente hoy en día que cinco años atrás

En última instancia, sin embargo, el futuro

de los movimientos de extrema derecha no

dependerá exclusivamente

de su evolución interna, su orientación ideológica y

sus decisiones estratégicas, ni tampoco del apoyo que

puedan obtener de las élites globales

A fin de cuentas, dependerá de qué capacidad

tenga la izquierda para delinear una alternativa

Enzo Traverso

Julio -agosto de 2021

 = = = =

ÍNDICE:

PREFACIO A ESTA EDICIÓN. FASCISMO

DEL SIGLO XXI: DÓNDE ESTAMOS

Enzo Traverso

Prólogo

Régis Meyran

1. ¿DEL FASCISMO AL POSFASCISMO?

En sus nuevas expresiones, las extremas

derechas se han emancipado de la matriz

histórica que las vio nacer: la de los fascismos

del siglo XX. Impregnados de un contenido

ideológico fluctuante, los partidos que Traverso

califica de “posfascistas” ya no se presentan

como subversivos: juegan la carta de la

normalidad para intentar transformar el sistema

desde dentro. La Europa ultra liberal alimenta

el crecimiento de los nacionalismos y los

populismos. En Francia, los gobiernos todavía

van a la zaga del Frente Nacional (FN), con

políticas autoritarias y xenófobas que proponen

el proteccionismo y la defensa de las identidades

nacionales. Pero, sobre todo, esta evolución

es concomitante con la crisis de los partidos

políticos tradicionales

El posfascismo es el síntoma de un sistema

político tambaleante, en

el cual, carentes ya de base social, los partidos,

desde los de la derecha hasta los de la extrema

izquierda, se entregan a nuevas formas de

comunicación que los hacen abandonar su línea

tradicional

2. POLÍTICAS IDENTITARIAS

El discurso “republicano” que los partidos

tradicionales oponen a los partidos posfascistas

es ineficaz, porque todos ellos comparten una

misma visión: nimban a la República con un

halo místico y simultáneamente se niegan a

reconocer los crímenes coloniales cometidos

por Francia, sin admitir que el país ha excluido

y encerrado en guetos a los inmigrantes, tanto

social como étnicamente. Esta política identitaria

reaparece en la visión problemática del laicismo,

que excluye a los musulmanes de la comunidad

nacional. En términos más generales, la

islamofobia nunca es otra cosa que la

manifestación actual de la coexistencia histórica

de la República y el colonialismo. Todos estos

elementos explican el fracaso al cual están

condenados los intentos de cerrar el paso al FN,

porque se valen de la misma retórica de este

3. ANTISEMITISMO E ISLAMOFOBIA 91

En nuestros días, tal como hacía el

antisemitismo en la primera mitad del siglo XX,

la islamofobia estructura los nacionalismos

europeos. Así como en la Alemania de fines

del siglo XIX se percibía a los judíos como un elemento

impuro de la nación, actualmente se

describe a los musulmanes como invasores

que amenazan la identidad francesa. El

antisemitismo tiende a desaparecer. La nueva

judeofobia y las expresiones de violencias

que la acompañan no están relacionadas

con la tradición nacionalista, sino con el

conflicto entre israelíes y palestinos. Nacida

en la matriz colonial, la islamofobia aspira

a rechazar a las poblaciones provenientes

de la inmigración árabe y africana. Presente

desde el siglo XX, hoy en día vivencia una

expansión sin precedentes desde la década

de 1980. En vez de asistir a una convergencia

de las luchas entre minorías discriminadas,

en Francia presenciamos una regresión,

dado que intelectuales judíos se proclaman

islamófobos, y negros o árabes se muestran

como judeófobos

4. ¿ISLAMISMO RADICAL O “ISLAMOFASCISMO”?

El Estado Islámico a la luz de la historia

del fascismo

Por su nacionalismo radical, su violencia extrema

y su hostilidad a la democracia, más el hecho

de haber surgido en un país devastado por la

guerra, el Estado Islámico (EI) tiene puntos en

común con los fascismos. Pero se distingue por

completo de ellos en cuanto a su interpretación

de una religión tradicional en forma integrista.

Por otra parte, nacido en países que jamás

conocieron la democracia, capta a jóvenes del

mundo entero por la ausencia de un polo radical

de atracción en la izquierda. En Francia, sólo

el despertar de una izquierda anticolonial

podría detener las conversiones al yihadismo

Como forma muy peculiar de “destrucción de

lo político”, eI “E”I es una respuesta agresiva

frente a un mundo neoliberal extremadamente

violento, donde la lógica del mercado impone

el individualismo y la competencia en todos los

planos de nuestra existencia

Conclusión. Imaginario político

y surgimiento del posfascismo

Tanto los posfascismos como el EI surgieron

en un contexto global caracterizado por la

desaparición de un horizonte de expectativas,

el ocaso de las utopías y su pérdida de credibilidad,

como si condujeran sistemáticamente

al totalitarismo, y con la ideología del mercado

como única fuente posible de libertad.

Por ende, las derechas radicales y el islamismo constituyen

sucedáneos de las utopías desaparecidas

Notas

FICHA TÉCNICA:

1 Libro

168 Páginas

En formato de 14 por 21 cm

Pasta delgada en color plastificado

Primera edición 2021

ISBN 9788412448849

Autor Enzo Traverso

Editor Siglo XXI

 

 

NOVEDAD

 

DISTRIBUIDOR A B C EDICIONES

 

 

Si es de su agrado está espléndida obra:

LAS NUEVAS CARAS DE LA DERECHA

1 Libro Autor Enzo Traverso

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PRIMERA EDICIÓN 2021

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LAS NUEVAS CARAS DE LA DERECHA

1 Libro Autor Enzo Traverso

Editor Siglo XXI

PRIMERA EDICIÓN 2021 

 

 

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  1. LIBRO LAS NUEVAS CARAS DE LA DERECHA

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