miércoles, marzo 23, 2022

TEORIA DE LAS FORMAS DE GOBIERNO

 

LA TEORIA DE LAS FORMAS DE GOBIERNO

EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO POLITICO

1 Libro Autor Norberto Bobbio

Editor Fondo de Cultura Económica

 

LIBRO POR ENCARGO

Entre 1975 y 1976 Norberto Bobbio impartió en la Universidad de Turín un curso dedicado a la teoría de las formas de gobierno

Este volumen reúne aquellas lecciones filosóficas en las que Bobbio se aleja de una perspectiva meramente histórica y se plantea un objetivo fundamental: analizar los temas recurrentes que habían sido discutidos por la mayor parte de los teóricos políticos

Entre estos temas destaca la tipología de las formas de gobierno, indispensable para entender conceptos como oligarquía, democracia y despotismo

El autor Norberto Bobbio; se pregunta cuántas y cuáles son esas formas y examina las respuestas que –desde la Grecia clásica hasta los umbrales de la edad contemporánea- han surgido de la pluma de pensadores como platón, Aristóteles, Maquiavelo, Hobbes, Vico, Montesquieu, Hegel y Marx

A través de la combinación de los enfoques descriptivo y prescriptivo, la obra: LA TEORÍA DE LAS FORMAS DE GOBIERNO EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO POLÍTICO año académico 1975 – 1976; ofrece una doble posibilidad al lector contemporáneo: por una parte, ubicar las categorías generales –empezando por la categoría misma de lo “político”- y conocer los diversos aspectos del fenómeno político; por la otra, permite establecer comparaciones entre las teorías y formas de gobierno de distintas épocas, jerarquizarlas y determinar su valor y pertinencia en el contexto político del siglo XXI

EN LA INTRODUCCIÓN:

El curso de este año está dedicado a las teorías de las formas de gobierno. En los años anteriores tuve la oportunidad de decir que si una razón de ser tiene un curso de filosofía política, diferente a los cursos de historia de las doctrinas políticas y de ciencia política, es el estudio y el análisis de los llamados "'temas recurrentes''. Entiendo por "'recurrentes" los temas que han sido propuestos y discutidos por la mayor parte de los escritores políticos (de manera particular por quienes han elaborado o delineado teorías generales o parciales de la política) y que, por tanto, forman parte de una teoría general de la política. El conocimiento de estos temas recurrentes tiene una doble importancia: por una parte sirve para ubicar algunas categorías generales (comenzando por la categoría misma de lo "político"') que permiten analizar y determinar los diversos aspectos del fenómeno político, compararlos entre ellos, construir sistemas conceptuales aceptablemente coherentes y comprensivos; por otra parte, permite establecer entre las diversas teorías políticas, que han sido sostenidas en diferentes épocas, afinidades y diferencias

Uno de estos temas recurrentes es la tipología de las formas de gobierno. Casi no hay escritor político que no haya propuesto y defendido una cierta tipología de las formas de gobierno. No tengo necesidad de subrayar la importancia de estas tipologías, sea porque mediante ellas han sido elaborados y continuamente discutidos algunos conceptos generales de la política, como oligarquía, democracia, despotismo, gobierno mixto, etc., sea porque ellas constituyen uno de los aspectos por medio de los cuales una teoría puede ser caracterizada y comparada mejor con otras.

Si se considera la sociedad política (en una primera definición) como la forma más intensa y vinculadora de organización de la vida colectiva, la primera indicación que cualquier observador de la vida social está impulsado a hacer, es que existen varias maneras de dar forma a esta organización según los lugares y el tiempo. La pregunta a la que responde la temática de las formas de gobierno es la siguiente: '"¿cuáles y cuántas son estas maneras?''

El objetivo dcl curso de este año es examinar algunas respuestas particularmente simplificativas a esta pregunta, desde la filosofía griega hasta los umbrales de la edad contemporánea. De cada uno de estos periodos serán examinados solamente algunos autores que considero ejemplares. No tengo necesidad de advertir una vez más que la exigencia en la que se inspira este curso no es histórica sino conceptual. Como no tengo conocimiento de que en sede histórica, es decir desde el punto de vista de la historia de las ideas, se haya hecho semejante cosa, la recopilación de materiales que derivará de estas lecciones podrá constituir un instrumento útil de trabajo también para los historiadores

Antes de iniciar la exposición y el comentario de algunas de las más conocidas teorías de las formas de gobierno, conviene hacer algunas consideraciones generales sobre el tema

La primera consideración es que generalmente cualquier teoría de las formas de gobierno presenta dos aspectos: uno descriptivo y otro prescriptivo. En su función descriptiva el estudio de las formas de gobierno se resuelve en una tipología o en una clasificación de los diversos tipos de constitución política que de hecho, es decir, en la experiencia histórica y más precisamente en la experiencia histórica conocida y analizada por el autor, se presentan a la vista del observador. El escritor político en este caso se comporta como un botánico que después de haber observado y estudiado atentamente un cierto número de plantas, las divide de acuerdo con las diferencias o las une según las afinidades, y al final llega a clasificarlas bajo un cierto orden. Las primeras grandes clasificaciones de las formas de gobierno, como las de Platón y Aristóteles, son de este tipo. Dicho de otro modo: derivan de los datos recabados de la observación histórica, y reflejan la variedad de las formas en las que se organizaron las ciudades griegas de la edad homérica en adelante

Sin embargo, no hay tipología que solamente tenga una función descriptiva. A diferencia del botánico que no se pone otro problema más que el de la  descripción y no manifiesta alguna preferencia, entre una u otra especie descrita, el escritor político no se limita a describir; generalmente se plantea otro problema, que es el de indicar, de acuerdo con un criterio de selección que naturalmente puede cambiar de autor a autor, cuál de las formas de gobierno descritas es buena, cuál mala, cuál mejor y cuál peor, y eventualmente también cuál es la óptima y cuál la más incorrecta. En otras palabras: no se limita a describir, o sea, a manifestar un juicio de hecho, sino que sin darse cuenta exactamente asume también otra función, la de expresar uno o más juicios de valor, la de orientar las preferencias ajenas, en una palabra la de prescribir. Como se sabe, la propiedad de cualquier juicio de valor con base en el cual decimos que cierta cosa (una acción, un objeto, un individuo, una formación social, etc.) es buena o mala, es la de externar una preferencia con el objeto de modificar el comportamiento ajeno en el sentido que nosotros deseamos

Puedo decir lo mismo al señalar que una tipología puede emplearse de dos modos. Al primero lo llamo "sistemático”, al segundo "axiológico". El uso sistemático de una tipología tiene lugar cuando ésta se utiliza para dar orden a los datos recopilados; el uso axiológico es aquel que se da a la misma tipología cuando es empleada para establecer entre los tipos o las clases ordenadas sistemáticamente un cierto orden de preferencia, que tiene el objetivo de suscitar en los demás una actitud de aprobación o desaprobación, y en consecuencia, repito, de orientar una preferencia

Habría que preguntarse cómo es posible que el escritor político (y en general el científico social) se comporte o se pueda comportar de manera diferente del botánico (y en general del científico de la naturaleza). El problema es bastante complejo, pero se puede dar una respuesta muy simple: el criterio con el cual el científico social y el de la naturaleza afrontan el objeto de su investigación está influido por el hecho de que el primero considera que puede intervenir directamente en el cambio de la sociedad, mientras que el segundo no estima poder hacerlo en el cambio de la naturaleza.

El uso axiológico que yo hago de cualquier concepto está estrechamente vinculado a la idea de que un cambio en la estructura de la realidad a la que tal concepto se refiere no solamente es deseable sino también posible: un juicio de valor presupone que las cosas que yo evalúo pueden ser diferentes de lo que son. Mientras un juicio de hecho no pretende más que dar a conocer un cierto estado de cosas, el juicio de valor aspira a modificar el estado de cosas existente. Se puede decir lo mismo de otro modo: mientras una teoría sobre algún aspecto de la naturaleza es una teoría y basta, alguna que se refiera a cierto aspecto de la realidad histórica y social casi siempre es también una ideología, es decir, un conjunto más o menos sistematizado de evaluaciones que debería inducir en quienes la escuchan la preferencia de un estado de cosas en lugar de otro. Para concluir y para llevar la comparación entre el científico de la naturaleza y el de la sociedad hasta sus últimas consecuencias, y mostrarla con toda claridad, ninguno de nosotros se sorprendería si un investigador social, que de acuerdo con el ideal científico del naturalista debería solamente describir, explicar y tal vez prever, presentara un proyecto de reforma de la sociedad, mientras que miraríamos con cierta desconfianza comprensible a un físico que nos presentara un proyecto de reforma de la naturaleza

Considero útil decir todavía más sobre el uso axiológico. Frente a la variedad de las formas de gobierno son posibles tres posiciones: a) todas las formas existentes son buenas; b) todas las formas son malas, y c) entre las formas de gobierno algunas son buenas y otras son malas. En términos generales se puede decir que la primera posición es la de una filosofía relativista e historicista según la cual cada forma de gobierno es adecuada para la situación histórica concreta que la ha producido (y que no podría producir otra diferente): en la conclusión de Ciencia nueva, Vico habla de "una eterna república natural, en cada una de su especie óptima”. Un ejemplo de la segunda posición la veremos en Platón, según el cual todas las formas de gobierno reales son malas, en cuanto son una degeneración de la única forma óptima que es la ideal

La tercera posición es la más frecuente: habiendo sido teorizada en una obra que ha hecho época en la historia de la filosofía política, en la Política de Aristóteles, podemos llamarla aristotélica

Todavía hay necesidad de agregar que una axiología en general no se limita a distinguir lo bueno (en sentido absoluto) de lo malo (en sentido absoluto), sino también se preocupa por establecer mediante un juicio comparativo un orden, una jerarquía, o mejor dicho un orden jerarquizado, entre las cosas que son objeto de evaluación. Lo mismo sucede con el uso axiológico de las tipologías de las formas de gobierno, con la consecuencia de que las formas buenas no son todas buenas en el mismo grado, pues hay algunas mejores que otras, al tiempo que no todas las formas malas lo son en el mismo grado, pues hay algunas peores que otras

Mediante el juicio de valor comparativo, una axiología de las formas de gobierno termina por ser la sistematización de éstas en un orden jerarquizado, que por medio de una escala de preferencias permite pasar no simplemente de lo bueno a lo malo, sino de lo mejor a lo peor mediante el menos bueno y el menos malo

Resulta superfluo hacer notar que la posibilidad de establecer una escala de preferencias, sobre todo cuando los elementos por ordenar son muchos, tiene por efecto una gran variedad de tipologías: dos tipologías que concuerdan en juzgar como buenas ciertas formas y como malas algunas otras, pueden diferenciarse al establecer cuáles son entre las buenas las mejores y entre las malas las peores

Por encima del juicio de valor comparativo, una axiología puede comprender también juicios de valor absolutos. Esto significa que una tipología de las formas de gobierno puede llegar a una toma de posición tal que le permita indicar la forma óptima y la peor

No son raros los casos de escritores políticos que hayan elaborado una teoría de la óptima república o del óptimo Estado (al lado del peor). Por lo menos se pueden distinguir tres maneras de hacer un modelo del óptimo Estado:

a) Se puede construir un modelo de óptimo Estado mediante la idealización de una forma histórica. Así sucedió, por ejemplo, como veremos, con Atenas y sobre todo con Esparta en la antigüedad (y no solamente en la antigüedad), con la república romana, considerada por algunos de los grandes escritores políticos como un modelo de Estado del que se debería descubrir el secreto de su fortuna y de su fuerza, con la república de Venecia en el Renacimiento, con la monarquía inglesa en la época moderna. Se podría agregar que el primer Estado socialista del mundo, la Unión Soviética, ha desempeñado la misma función en cuanto es considerado como Estado - guía por los partidos comunistas de los Estados que todavía no han sido transformados por una revolución

b) Otra manera de construir un modelo de óptima república consiste en combinar en una síntesis ideal los diversos elementos positivos de todas las formas buenas para eliminar los vicios y conservar las virtudes. Se trata del ideal, del que veremos tantos ejemplos en el curso de las lecciones, del llamado Estado mixto, cuya más exitosa teorización se debe al historiador Polibio

c) Finalmente, la construcción de la óptima república puede ser confiada a la elaboración intelectual pura, abstraída completamente de la realidad  histórica, o incluso a la imaginación, a la visión poética, que se complace en diseñar Estados ideales que jamás existieron y que nunca existirán. Se trata del pensamiento utópico que en todos los tiempos, especialmente en épocas de grandes crisis sociales, ha tenido apasionados e inspirados creadores

Mientras las dos formas anteriores de óptima república son idealizaciones de la realidad, la utopía se sale de la historia y proyecta su construcción en un lugar y en un tiempo imaginario

Estas consideraciones introductorias no estarían completas si no indicáramos el hecho de que además del uso sistemático y del axiológico de la tipología de las formas de gobierno, éstas pueden tener, y de hecho han tenido, otra función que llamo '"uso histórico''. Entiendo por ""uso histórico" el que han hecho algunos autores de la tipología de las formas de gobierno para delinear una verdadera y propia filosofía de la historia; en términos simples, para trazar las líneas dcl desarrollo histórico que transitaría de acuerdo con un esquema, que naturalmente cambia según el autor, de una forma de gobierno a otra. Con la siguiente consecuencia: las diversas formas de gobierno no constituyen únicamente distintas formas de organizar la vida política de un grupo social, sino también son estadios o momentos diferentes y sucesivos —generalmente uno concatenado con otro, uno derivado completamente del desarrollo de otro— del proceso histórico. Como veremos, en la antigüedad clásica una teoría de las formas de gobierno se resuelve frecuentemente, aunque de manera más o menos mecánica, en una concepción cíclica de la historia, o sea, en una concepción de la historia de acuerdo con la cual una forma de gobierno se disuelve para transmutarse en otra, hasta dar lugar a una serie de etapas de desarrollo o de decadencia que representan el curso fatal de las cosas humanas. Hegel nos proporciona un ejemplo sorprendente del uso histórico de una teoría de las formas de gobierno, o mejor dicho de la transformación de un uso sistemático en un uso histórico de la misma tipología. Este autor retoma la célebre tripartición de las formas de gobierno hecha por Montesquieu —monarquía, república, despotismo— y hace de ella los tres momentos fundamentales del desarrollo histórico, al considerar al despotismo como la forma de gobierno típica del mundo oriental, a la república del romano y a la monarquía del moderno

Debe agregarse que generalmente en el uso histórico de una tipología de ninguna manera es irrelevante la distinción entre formas buenas y formas malas, porque la mala como degeneración de la buena abre la puerta a la nueva forma buena, la cual, a su vez, corrompiéndose crea las condiciones para un cambio siguiente

Cuando la monarquía —que es la forma buena— decae en la tiranía —que es la forma mala— nace como reacción la aristocracia, que es a su vez una forma buena, la cual al decaer en oligarquía genera la democracia y así sucesivamente. En resumen, la forma mala funge como etapa de paso obligado de una forma a otra y por consiguiente desempeña un papel positivo (a pesar de su negatividad sustancial), no en sí misma sino considerada como un momento de una totalidad. También se podría decir, aunque es un problema que señalo solamente, que cuando una tipología es usada históricamente, es decir, para trazar las líneas de una filosofía de la historia, readquiere una función meramente descriptiva y pierde todo carácter prescriptivo. Cuando lo que es axiológicamente negativo se transforma en históricamente necesario, el juicio de realidad es superior al de valor

FICHA TÉCNICA:

1 Libro

Pasta blanda en color plastificado

Cuarta reimpresión 2006

ISBN 9789681664671

Traducción José F. Fernández Santillan

Autor Norberto Bobbio

Editor Fondo de Cultura Económica

 

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1 comentario:

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