ASESINOS MULTIPLES Y OTROS
DEPREDADORES SOCIALES
1 Libro Autor Vicente Garrido Genovés
Editor Ariel
PRIMERA EDICIÓN 2018
LIBRO POR ENCARGO
LAS RESPUESTAS A LA GRAN PARADOJA DEL MAL
Los
asesinos múltiples actúan creyendo firmemente que hacen lo correcto: “Debéis
morir todos”, gritó Anders Breivik mientras masacraba a 69 jóvenes en una isla
noruega en el verano de 2011; “se lo merecen”, escribió Elliot Rodger en el
manifiesto que había redactado antes de acuchillar y tirotear a varias personas
cerca de la Universidad de California en Santa Bárbara, en 2014
¿Qué
motiva a un asesino múltiple?
¿Qué
lo diferencia del asesino en serie?
¿Por
qué en España no tenemos casos de tiroteos masivos
en
lugares donde se concentra mucha gente?
¿Un
terrorista es un homicida múltiple?
Con
un estilo claro y ameno, Vicente Garrido, autor de libros tan esclarecedores
como Cara a Cara con el Psicópata y Perfiles Criminales, se aproxima en esta
obra a la psicología y el modus operandi que caracterizan a los asesinos
múltiples, criminales con perfiles muy diversos, que gozan además de una enorme
repercusión en los medios de comunicación y las series televisivas más
populares
En
su análisis comparativo de la violencia extrema en forma de homicidios
múltiples, el autor recurre a casos que no nos han dejado indiferentes, desde el
piloto de la compañía Germanwings, el autor de la masacre en el club nocturno
de Orlando y el tirador de Las Vegas, pasando por el doble asesinato en Cuenca
y el cuádruple en Pioz, hasta los terroristas del Puente de Londres, el Paseo
de los Ingleses en Niza y la Rambla de Barcelona
Porque aunque no exista una
única categoría que identifique a estos criminales, este libro nos permite
comprender las causas más genéricas que dan lugar a las masacres que acometen
El
mal
El problema del mal puede expresarse
en términos teológicos o seculares, pero siempre es un problema en torno a la
inteligibilidad del mundo en su conjunto
Susan Neiman,
La maldad en el pensamiento moderno Gaving Long dejó una nota de
suicidio antes de matar con arma de fuego a tres policías y un alguacil
suplente el 17 de julio de 2016 en Baton Rouge, en el estado de Luisiana
(Estados Unidos) Ese asesinato múltiple lo cometió mediante una emboscada, y su
propósito fue, según dicha nota, «crear un cambio sustancial dentro del sistema
judicial y policial estadounidense»
También afirmó que
su acción homicida era un «mal necesario» y que esperaba que sirviera para que «los
“buenos” agentes del orden público se enfrentaran al actuar injusto y a la mala
conducta de la policía estadounidense»
También
podía leerse:
Por lo tanto, debo
traer la misma destrucción que los policías malvados continúan infligiendo a mi
gente [de raza negra], tanto a los policías malos como a los buenos, con la esperanza
de que los buenos (que son la mayoría) puedan mantenerse unidos para aplicar la
justicia y el castigo contra los policías malos, porque en este momento la
policía y el sistema judicial actual no lo están haciendo
Y en el final de la misiva el
tirador elogió a ciertos agentes por su nombre, así como a «cualquier otro
oficial que se levante, proteja y sirva, y mantenga su juramento, incluso si está
protegiendo a la gente de uno de sus compañeros oficiales»
La nota era de suicidio, porque
Gaving Long sólo podía acabar siendo tiroteado a su vez por la policía, como efectivamente
ocurrió
Long se movió con una táctica militar aprendida en su estancia en los
marines, y desatendió en su recorrido a los civiles en su despliegue por la
zona; su único objetivo eran los policías
Pareció claro, días
después, que él estaba protestando por las recientes muertes de detenidos de
raza negra a manos de policías blancos
La carnicería de Long se
sumaba a otra también reciente, esta vez en Dallas, que había supuesto la
muerte de otros cinco policías a manos de un hombre negro. En un vídeo colgado
en YouTube días después de los hechos acaecidos en Dallas se podía ver a Long
muy enojado con la forma en que la gente negra tenía que soportar el maltrato
de una policía y un sistema de justicia que, en su opinión, se inclinaban
claramente a favorecer a los blancos: «Si un africano devuelve el golpe, eso
está mal; pero si lo hace un europeo, eso está bien»
Un
«mal necesario», así lo llama Long
De la misma opinión es
el asesino múltiple Anders Breivik, exterminador de 69 jóvenes en la isla de
Utoya en 2011, quien calificó su orgía de sangre contra víctimas del todo
inermes como algo «atroz, pero necesario», una necesidad que él mismo dejó bien
clara cuando empezó a cazar a los niños When an African fights back, it’s
wrong; but every time a European fights back against his oppressor, he’s righ y
adolescentes en Utoya y afirmó: «Debéis morir, debéis morir todos»
Ambos tiradores coinciden en que matar es una acción deplorable,
extrema, un «mal», «algo atroz»; y, sin embargo, se sienten en la obligación de
aplicar esa maldad y atrocidad en forma de múltiples asesinatos
Pero no se trata de
una justificación o argumento propio de los asesinos múltiples, sino que se
puede atribuir, de hecho, a la mayoría de los homicidios. Por ejemplo, uno de
los homicidas de mujeres que está siendo entrevistado en una iniciativa de la
Policía Nacional para intentar comprender mejor el asesinato de parejas o
exparejas contestó a la pregunta de por qué la mató del siguiente modo: «Me
acosté y no dejaba de pensar: “Esta tía me quiere arruinar la vida, ahora se
quiere divorciar. Es que la mato, la voy a mandar matar. ¡Qué coño! Me la cargo
yo ahora mismo”. Me levanté, me fui a la cocina, cogí un cuchillo, saqué al
niño con cuidado de la habitación y volví a por ella. La apuñalé a traición
mientras dormía»
Está claro que este hombre también
veía su acción homicida como un acto de maldad, de violencia intencionada
dirigida a dañar o destruir a la otra persona, pero, como en los dos casos
anteriores, era una maldad «necesaria» por las circunstancias, por el
comportamiento de ella, según se deduce de lo que dijo
Veamos todavía un cuarto ejemplo,
otro homicidio en diferentes circunstancias, en cierto sentido el reverso del anterior.
La mañana del 13 de junio de 2005, María del Carmen estaba esperando el autobús
en Benejúzar (Alicante) cuando se le acercó Antonio Cosme, el hombre que había violado
a su hija cuando ésta tenía 13 años
Cosme estaba cumpliendo condena por la agresión, pero ese día disfrutaba de un
permiso carcelario. Cosme le dijo unas palabras y se fue a un bar cercano.
María del Carmen se dirigió a una gasolinera, compró combustible y fue en su
busca. Lo encontró en la barra del bar y, sin mediar palabra, lo roció con gasolina
y le prendió fuego con una cerilla. El violador murió días después en el
hospital a consecuencia de las quemaduras sufridas. María del Carmen ingresó en
prisión y un año más tarde quedó en libertad a la espera de juicio, que se
celebró en 2009. La condena fue de nueve años y medio, pero el Tribunal Supremo
la redujo a cinco años y medio
En la actualidad está en el tercer grado penitenciario y sólo tiene que
acudir a dormir a la cárcel
Otro acto de violencia, otro
homicidio. Seguro que María del Carmen hubiera preferido no hacer nada de eso, que
la violación de su hija no se hubiera producido, que él no se le hubiera
acercado y le hubiera dicho unas palabras que ella consideró indignantes
¿Qué es lo que tienen en
común esos cuatro casos de homicidio, tan dispares en sus objetivos y en las
víctimas implicadas? Veamos la explicación o la razón que podemos deducir de
cómo se produjeron los hechos. Breivik (que se estudia con detenimiento en este
libro) consideró necesaria la masacre que produjo porque quería salvar Noruega
(y por extensión Occidente) de la invasión islámica que estaba acabando con la
cultura occidental. Matando a los futuros líderes del Partido Laborista Noruego
impediría —según él— que hubiera sangre joven para relevar a los corruptos políticos
que entregaban su país a comunistas, protectores de la multiculturalidad y defensores
de la penetración del Islam en Europa
Por su parte, Long
lo dejó claro en su nota de suicidio: tenía que dar una lección al cuerpo de
policía, que sus integrantes comprendieran que no siempre iban a ser los negros
los muertos, y que él, como representante de su raza, no iba a quedarse con los
brazos cruzados mientras los policías blancos se dedicaban a matar a
sospechosos de raza negra
La policía estaba podrida,
y su acción homicida y su consecuente muerte segura eran el precio que había
que pagar para que las cosas empezaran a cambiar
En el homicidio de la mujer que
quería separarse del marido, éste toma la iniciativa para hacer frente a lo que
considera una gran amenaza que pretende «arruinarle la vida»
La agresión está justificada porque
es una respuesta justa ante alguien que quiere condenarle a la miseria el resto
de su vida
Antes de comentar el cuarto homicidio, déjenme que les diga que en
estos tres casos nos encontramos con dos elementos comunes. El primero es que
el agresor se siente insultado, ofendido. Piensa que ha sido objeto personalmente
(el homicida de su mujer) o a través del grupo con el que se identifica (los
noruegos cristianos, los negros de Estados Unidos) de una grave injusticia, es
decir, que primero ellos han sido objeto de una acción malvada (Long, por los
continuos sospechosos o detenidos de su raza que mueren a manos de la policía;
Breivik, por las leyes que permiten islamizar su país). Y en segundo lugar,
ellos tres comparten la respuesta violenta motivada por la afrenta moral que
han recibido.
Las tres son acciones de castigo,
de venganza si se quiere, si bien los homicidios de Breivik pueden tener
también un matiz diferente, en el sentido de generar apoyos para su causa o de
dar la alarma ante una situación que él consideraba crítica
Ahora vemos con más claridad que
la reacción de la madre de la niña violada es manifiestamente una acción de
venganza o, si se quiere, de justicia: el agresor viola a una niña de 13 años
y, pasado un tiempo breve, se permite burlarse en la cara de la madre
«¡No
hay derecho! —pensamos muchos—
¡Se ha llevado su merecido! Aunque,
a poco que reflexionemos, al imaginarnos su cuerpo ardiendo y a él gritando de puro
horror y dolor insoportable, nos estremecemos
Sin embargo, justo
he puesto este último ejemplo en que la violencia puede estar más justificada
moralmente para poner de relieve esta tesis central: la gran mayoría de los actos
de violencia intencionados, con objeto de dañar o destruir a otra persona (lo
que puede incluir sus propiedades y extenderse a sus allegados y familiares),
son provocados por motivos morales
El agresor se siente legitimado para
hacer lo que hizo no por la ley, pero sí por la gente con la que se identifica
o por ideologías, sistemas religiosos o costumbres que él considera correctos y
dignos de ser defendidos
En otras palabras: el
mal es un concepto escurridizo. Dependiendo de quién se trate, el agresor o la
víctima, el mal estará en uno u otro lado, o será filtrado por matices
importantes
Comprender esta idea es
el primer paso para contestar lo que denominé en la introducción como la gran
paradoja del mal: ¿por qué, si hay tantos actos malvados en el mundo, hay tan
poca gente que se considera malvada? Espero que al final de este capítulo haya
podido dar al menos cierta luz para resolver esta paradoja, y que el lector
pueda sentirse razonablemente satisfecho al terminar la lectura del libro sobre
los aspectos que ayudan a entender el mal que proviene de los grandes
depredadores humanos
¿QUÉ ES EL MAL?
La maldad no es una categoría única, hay gradientes entre lo que
consideramos «desagradable», «sucio o indecente» y «malévolo». El concepto del
mal en la psicología popular emerge en forma de un agente que es responsable de
un acto antisocial e inmoral que merece una retribución extrema. Se puede
ignorar o reprender a una persona desagradable, pero podemos desterrar o recluir,
o incluso matar, a la persona que representa el mal
En realidad no hay forma de reparación posible cuando se causa un mal
extremo. ¿Qué puede reparar la muerte injusta de alguien a quien amamos o
admiramos profundamente?
Siempre existe un abismo imposible
de llenar entre un mal que nos es causado y que nos daña profundamente (que es «irreparable»)
y el castigo que pueda darse al culpable
En el proceso evolutivo de la especie humana, las amenazas a la supervivencia
que provenían de los otros homínidos tenían dos fuentes. La primera venía de
las tribus rivales y su lucha por arrebatar los recursos de la tribu. Disponer
de comida y cobijo permitía aumentar el éxito reproductivo de los integrantes
del grupo, luego eso era algo que había que defender siempre. Pero la tribu
también tenía que protegerse de los propios traidores, gente dispuesta a evitar
los costos exigibles por compartir los recursos de todo el grupo, siempre
dispuestos a poner la mano, pero miedosos cuando se trataba de ir a cazar o
presentar batalla frente a las amenazas externas. La cada vez mayor
especialización y el aumento de la capacidad cerebral vinieron acompañados de
una mayor capacidad y exigencia de relación social; y con ésta, el desarrollo y
afinamiento de las emociones morales como la lealtad, el afecto o la gratitud
En este sentido, los
sentimientos o emociones morales nacieron al tiempo que las normas morales
implícitas para dar expresión social a dichas emociones Por ejemplo, el sentimiento de culpa o arrepentimiento tuvo que
surgir necesariamente de la presión del grupo cuando se enfrentaba al sujeto
por no cumplir con las obligaciones y actos de reciprocidad exigidos por la
supervivencia de ese grupo
Con el tiempo,
con el establecimiento de asentamientos permanentes y el desarrollo de la
cultura, se implantaron jerarquías formales encargadas de castigar a los
infractores, así como los códigos escritos (las leyes) que prescribían los
actos considerados dañinos o intolerables en la cultura y organización social
de la que se tratara
La consecuencia de todo ello es
que la moralidad y los juicios correspondientes a lo que estaba bien y estaba
mal, lo justo e injusto, correcto o incorrecto, nacieron para regular las
relaciones sociales entre las personas
Y sin duda, de
entre todas las formas posibles de maldad, las que implica ban una violencia no
justificada por la defensa o por la sanción punitiva de la tribu (con el
tiempo, el Estado) devendrían en las más graves, al afectar a la vida e
integridad de los receptores de dicha violencia
Es en este punto donde debemos detenernos
en la teoría de la motivación moral de la violencia* de los profesores Alan
Fiske, de la Universidad de California, y Tage Rais, de la Universidad
Northwestern en Illinois, y con ella ampliaremos la conclusión que extrajimos
en el análisis de los cuatro casos con los que empezamos este capítulo
LA TEORÍA DE LA MOTIVACIÓN MORAL DE LA VIOLENCIA
Una definición sencilla pero
útil de la violencia es la empleada por los profesores mencionados: «La acción
de herir, provocar sufrimiento o matar a alguien de forma intencional». Y su
tesis central en el libro Virtuous Violence es la siguiente:
La
mayor parte de la violencia está motivada moralmente
La gente no se limita a justificar o excusar sus acciones violentas
después de haberlas realizado; antes bien, lo hace en el mismo momento en que
está cometiendo el acto violento o cuando está intentando causar un daño o la
muerte a alguien que le parece que merece sufrir o morir
En este sentido,
la gente se siente impelida a actuar con violencia cuando siente que es
necesario, natural, legítimo, deseable, justificable, admirable y éticamente
gratificante utilizarla para regular su relación con los demás
En realidad, el
nombre de la teoría es «de la violencia virtuosa» (virtuous violence), pero me
parece más apropiada la traducción «teoría de la motivación moral de la
violencia»
No es una teoría sobre la gente que
no sabe lo que hace, los enajenados, porque, en la gran mayoría de los casos,
«los violentos saben perfectamente que están hiriendo a seres humanos, y
consideran que tienen derecho a hacerlo»
Comprendo que puede parecer sorprendente
la idea de que los asesinos se creen en poder de la verdad moral cuando
ejecutan crímenes horrorosos, pero tal y como pretendo mostrar a lo largo de
este libro, si no aceptamos esta tesis seremos incapaces de entender los
crímenes más insidiosos, como los causados por los terroristas o los asesinos
múltiples, así como los asesinatos de mujeres que deciden abandonar a sus
parejas y, en general, la mayor parte de la violencia interpersonal, con la
excepción de la que es responsabilidad de los psicópatas y los asesinos en
serie
Ahora bien,
es evidente que, por lo general, las personas no disfrutan hiriendo a otras,
más bien al contrario: es muy perturbador agredir a alguien cara a cara, no
importa que cultural o legalmente tenga derecho a hacerlo (por ejemplo, para
proteger a un inocente)
Y los que por su trabajo o
dedicación han de utilizarla con cierta frecuencia (policías, soldados,
miembros de bandas) requieren de esfuerzo, entrenamiento y apoyo de sus pares o
subcultura para sentirse resolutivos y eficaces, lo que no excluye problemas psicológicos
en ciertas circunstancias y situaciones en las que la violencia se ejerció, por
la razón que sea, de forma traumática
Tales problemas pueden agravarse,
además, si la persona corriente tuvo que utilizar la violencia en contra de sus
valores
Sin embargo, cuando
una persona es capaz de superar los frenos que normalmente le impiden ser
violenta (su autocontrol, sus valores morales, el miedo a ser castigado si la
violencia no estaba justificada ante la ley), también está actuando de acuerdo
con una motivación moral, porque la violencia es «virtuosa»* si «el agente que
la lleva a cabo y su grupo o la audiencia con que se identifica valoran dicha violencia
como la acción correcta, la que en esa situación debía aplicarse, sin importar
lo difícil que fuera hacerlo»
De este modo, desde
la teoría de Alan Fiske y Tage Rais, cuando decimos que la violencia está
moralmente motivada queremos significar que «la persona que está actuando con violencia
siente que lo que está haciendo es lo correcto»; es decir, si alguien decide
que ha de golpear a un estafador porque se aprovechó de su madre anciana, esto
es algo subjetivo, que pertenece a su criterio personal, movido por la emoción
moral que haya experimentado (lealtad a quien se ama, indignación, etc.) y
porque se siente apoyado por lo que podría ser el ciudadano común de su cultura
La tabla 1 reproduce
los cuatro modelos de relaciones sociales, que representan a su vez
obligaciones (normas) morales para los miembros de cualquier sociedad
El profesor Pinker ha
realizado uno de los estudios psicohistóricos más importantes de la historia de
la criminología (publicado en su libro Los ángeles que llevamos dentro), donde
demuestra que la violencia, por grave que siga siendo hoy, ha descendido en
términos de fallecidos por causas como el crimen, genocidios y guerras
En su análisis señaló que
el número de personas asesinadas por causas morales (es decir, porque los
perpetradores consideraban tales muertes justas y necesarias) superaba con
mucho el de las muertes producidas por las guerras de conquista o el homicidio
no motivado por razones morales
Y
concluye:
El sentido moral humano puede
excusar cualquier atrocidad en la mente de aquellos que la cometen, y les pro-
*
«Virtuosa» en el sentido de moralmente justificable para quien
la
lleva a cabo, no en el sentido de que sea buena o necesaria para la sociedad
que la sufre.
Tabla 1.
Tipos
de relaciones sociales que fundamentan obligaciones
morales,
según la teoría de la motivación moral de la violencia
Modelos
de las relaciones sociales
Descripción
Reciprocidad
y
unidad
Las familias, grupos de amigos,
etnias o naciones conforman una unidad. Hay un sentimiento de responsabilidad
recíproca y de un destino común: se protege a los necesitados y a los que son atacados,
pues se percibe como un ataque a todo el grupo
Los extraños al grupo o comunidad no son objeto de preocupación
moral. Se castiga al miembro que amenaza los valores del grupo
Jerarquía
La jerarquía establece posiciones
de autoridad en los grupos. Los subordinados deben obedecer y respetar a los
que tienen la autoridad, y éstos son responsables de guiar a aquéllos. Se
aplica en instituciones como la familia, la escuela, la iglesia, los líderes,
la policía, el ejército, etc…
Son relaciones asimétricas que
el grupo considera buenas y necesarias. No hay que confundir con el uso del poder
para conseguir fines egoístas (coacción): la jerarquía descansa en la autoridad
reconocida como legítima, por eso el superior debe castigar a los pupilos que
desafían los valores implícitos en esas relaciones jerárquicas
Igualdad
/ ecuanimidad
Se
enfatiza la reciprocidad en las relaciones
«Amor con amor se paga» y «ojo por ojo». Las personas buscan el equilibrio en las ayudas prestadas. La gente ha de tener igualdad de oportunidades y recibir un trato no discriminatorio
Economía
de mercado:
proporcionalidad
El
motivo moral que guía estas relaciones es la proporcionalidad: los beneficios y
los castigos para cada uno son proporcionales a los costos, esfuerzos, contribuciones,
méritos e infracciones realizados.
La
estafa y el engaño, el obtener lo que a uno no le corresponde, son la violación
moral específica de este tipo de relación social
vee
de motivos para la violencia que al fin no les proporciona ningún beneficio
tangible. La tortura de los herejes y conversos, la quema de brujas, el
encarcelamiento de los homosexuales y los homicidios por honor de las hermanas
o hijas deshonradas son sólo unos ejemplos.
En resumen, existen
formas ideales o modelos que establecen cómo deberían relacionarse entre sí las
personas, es decir, prescripciones morales. Estos modelos prescriben que hay
que respetar determinadas jerarquías, que somos responsables del bienestar
recíproco en cuanto miembros de una comunidad con la que nos identificamos, que
las personas han de ser tratadas de manera ecuánime y justa, y que los premios
y los castigos han de administrarse a cada cual de acuerdo con sus
merecimientos
Aunque cada una de las culturas tiene
sus propias maneras de entender tales relaciones u obligaciones, éstas son
universales, como señala Pinker con su idea de una «gramática» innata común
para el ser humano
Lo que la gente considera moral
o inmoral se relaciona con las conductas de las personas relativas a esos
cuatro dominios o relaciones, porque en torno a éstos existe en cada cultura
prescripciones acerca de cómo se debería actuar. Por
ejemplo, tanto en Europa como en Japón la cultura exige tratar con
cortesía a un empleado, pero quizá ciertos comportamientos hacia el empleado
por parte del superior serían considerados ofensivos en Japón, pero no en
Europa
Ahí reside la importancia de
la cultura, porque modula el tipo de acciones que pueden considerarse
inmorales, así como el tipo de reacción y sanción que se espera que tome la
persona ofendida o la autoridad que intervenga (si es el caso)
El componente moral de la violencia es ostensible, porque (aunque no siempre) ésta
nace del deseo de castigar a alguien (la víctima) por parte del agresor si éste
juzga que esa persona ha roto las prescripciones que están asociadas a dicha
relación. Ahora bien, ¿quién tiene que juzgar que un acto es moral o inmoral?
Siempre hay tres partes: el agresor, la víctima y la audiencia o cultura de
referencia a la que pertenecen los implicados o, al menos, el agresor, que es quien
actúa de forma violenta. Y hay una cuarta parte, si la cultura se inscribe
dentro de una más amplia, como en este suceso acaecido en Reino Unido en 2017 y
del que resumo lo esencial:
La muerte de la joven Celine
Dookhran ha conmocionado al Reino Unido por su crueldad y por el motivo que llevó
a varios hombres a secuestrarla, violarla y asesinarla
Celine era una joven musulmana de
origen indio de 20 años, nacida en la localidad de Wandsworth y residente en
Londres, a la que le apasionaban el maquillaje y la cosmética. De hecho,
utilizaba las redes sociales para dar consejos de maquillaje y publicaba
también sobre su religión y sus celebraciones, como el Ramadán
Según la BBC, la
joven mantenía una relación con un musulmán árabe, relación que, según el fiscal
que lleva el caso de su muerte, constituyó el motivo para asesinarla
Entre los miembros de su comunidad la relación no estaba bien vista;
se lo habían advertido y, al final, unos hombres la asesinaron porque no
aprobaban que una musulmana india mantuviera una relación con un musulmán árabe
Celine se encontraba en su casa con su
compañera de piso cuando dos hombres cubiertos con pasamontañas y armados con
pistolas eléctricas entraron en la vivienda, las secuestraron y amordazaron
Ambas fueron reducidas y trasladadas a una lujosa casa en
Kingston-upon-Thames donde días después hallarían el cadáver de Celine metido
en una nevera. La casa estaba en obras y no había nadie. Allí las torturaron y
las violaron hasta que la compañera de piso de Celine, cuya identidad no se ha
facilitado por seguridad, logró escapar y avisar a la policía. La policía
encontró la casa, pero Celine ya no estaba viva. La joven había sido asesinada
mediante «una herida incisa en el cuello», según reveló la autopsia, y habían
guardado el cuerpo en la nevera. «El rostro y la boca estaban cubiertos con
cinta adhesiva. Las manos estaban atadas con cables y los pies, con cuerda»,
afirmó la fiscal Binita Roscoe, según informó el Independent. La semana pasada
compareció ante la justicia Mujahid Arshid, de 33 años, acusado de asesinar,
violar y secuestrar a Celine, y Vincent Tappu, de 28 años, acusado del
secuestro de ambas mujeres
Los llamados «crímenes
de honor» son crímenes con motivaciones morales Dentro
de la comunidad musulmana hindú es una ofensa imperdonable contraer
matrimonio con un musulmán árabe. Está claro que para la familia de la joven
ese asesinato es lo correcto, porque está prescrito en su cultura. En el supuesto de que dicha cultura desaprobara un
matrimonio de esta naturaleza, pero considerara que el asesinato es un castigo
inapropiado, la acción homicida no sería una respuesta moralmente adecuada por
ser excesiva, si bien los miembros de esa cultura entenderían mejor dicho
crimen que la audiencia anglosajona u occidental, que no reconoce ni la
naturaleza ofensiva del hecho ni, por supuesto, la legitimidad del castigo
aplicado. Pero, una vez más, lo que quiero señalar aquí es que no importa la
valoración moral que nosotros hagamos; lo relevante es que, según se desprende
de la noticia, los asesinos actuaron porque se sintieron moralmente compelidos
de acuerdo con las prescripciones que su comunidad de referencia determina para
ese tipo de relaciones
Obviamente,
la mayoría de los crímenes más graves, como el asesinato o la violación, en
casi todas las circunstancias son considerados inmorales de forma más o menos
unánime por la gente normal y corriente, y sus perpetradores difícilmente
pueden apelar a los valores de su comunidad para defenderlos: son calificados
de criminales y de haber actuado moralmente mal
No obstante, sabemos
que en algunos países como India y en otros muchos de Asia las mujeres están muy
expuestas a que sus violaciones queden impunes, porque, si bien la ley y cada
vez más gente juzgan intolerable esa agresión, los violadores cuentan todavía
con muchas personas de su entorno social, donde tal acción no está mal vista.
En España, y Occidente en general, tenemos un ejemplo excelente en el caso de
la violencia contra la mujer: hace relativamente poco tiempo la violencia
física y el acoso eran comportamientos que no contaban con prescripciones claras
acerca de su inmoralidad. Esto suponía que los agresores vieran aprobadas como
acciones moralmente correctas sus actos violentos. Y ahora mismo estamos
comprobando algo parecido con el acoso por parte de gente poderosa en la
política y en el mundo del cine en Estados Unidos: mientras la sociedad de hace
unos años consideraba que manosear a una joven actriz era algo permisible y no
inmoral, los que quisieron participar en esto tenían menos razones para
abstenerse que en la actualidad, en que asistimos a una dura exposición en
público de tales relatos por parte de las víctimas de años atrás. Ahora la
comunidad no está dispuesta a ver estos hechos como comportamientos excusables
moralmente
En todo caso, la
importancia de la cultura o subcultura en la que vive el sujeto es crucial. En
determinados contextos una ofensa determinada se considera intolerable, y tanto
el sujeto afectado como su comunidad no pueden hacer otra cosa que lo correcto
de acuerdo con las prescripciones sobre el modo de relacionarse la gente en esa
comunidad: si alguien te ofende, le das el castigo que se merece («ojo por ojo»
en el modelo de la relación social de ecuanimidad o igualdad)
Hay una gran literatura etnográfica
que describe los comportamientos y sanciones en bandas, diversas categorías de
delincuentes profesionales y grupos juveniles
Ahora bien,
¿todos los actos de violencia están motivados por emociones morales? No, no
todos, pero la investigación señala que la gran mayoría de ellos sí lo están.
Una excepción importante la constituyen los crímenes de los psicópatas, a
quienes dedicamos un capítulo más adelante
Los psicópatas no actúan porque
se hayan visto ofendidos en términos del comportamiento que ellos esperarían de
las víctimas de acuerdo con las normas de su cultura. Al psicópata la moralidad
es un asunto que no puede importarle menos, porque precisamente una de sus
definiciones más acertadas es la de persona que está fuera de la comunidad moral.
No, su acción es siempre predatoria y egocéntrica; la moral de su grupo no
tiene nada que ver: él no necesita cumplir con un rol y ser violento porque eso
es lo que se espera de él, a diferencia del líder de una banda juvenil, que no
puede permitir que los intrusos entren en «su» territorio, o de un capo
mafioso, que manda matar a otro porque le perdió el respeto debido
Además de los crímenes de los psicópatas, hay otros que son claramente
instrumentales y amorales. Por ejemplo, un ladrón de bancos en fuga observa que
le persigue un policía y le dispara. O incluso puede que el crimen sea menos
exigido por la situación, como cuando el conocido ladrón de bancos apodado el
Solitario asesinó a dos guardias civiles que le dieron el alto en la carretera
cuando regresaba de perpetrar un nuevo robo
Un drogadicto acuchilla a
una persona para robarle y poder así comprar droga: es otro ejemplo de
homicidio sin motivaciones morales. Un sobrino envenena a su tía rica para
heredar: éste es otro ejemplo... siempre y cuando el joven espabilado no
pensara que ya había cuidado suficiente tiempo de ella en su enfermedad, y que
él estaba en una situación en la que el dinero le era realmente necesario,
mientras que su tía había vivido bastante... Porque en tal caso podría esgrimir
en su favor la creencia de que todo esfuerzo merece una recompensa, y salvo que
trabaje como asesino en una organización, pero, aun en este caso, él no se
«vería forzado» a matar a alguien por esa exigencia de su rol, sino que es algo
que podría hacer de forma rutinaria si le mereciera la pena el esfuerzo si él
llevaba varios años encerrado en casa para cuidarla y ella no se había mostrado
nada generosa con él, el joven podría haberse sentido moralmente legitimado
para acelerar su final
Antes de pasar al siguiente apartado
quisiera destacar que el punto esencial es que el homicida actúa con violencia
porque generalmente se siente con el derecho moral de hacerlo, no porque la
comunidad en la que se inserta le obligue a ello. Hay veces que esto es así,
desde luego, como en los ejemplos que antes puse de subculturas criminales: un
líder de una banda juvenil duraría muy poco si no devolviera una agresión ojo
por ojo (o incluso ampliando ese castigo a otros para escarmiento). Lo que he
estado afirmando es que, si la violencia coincide con las prescripciones
morales de su cultura o subcultura, ésta no será juzgada inmoral, lo que
resultaría en la confirmación del criterio del propio asesino de que obró «como
tenía que hacerlo». Ahora bien, en las sociedades occidentales, fuera del
crimen propio de bandas u organizaciones mafiosas o grupos cerrados a modo de
sectas, no existe apenas una audiencia que sancione positivamente un homicidio
(excluyo, por supuesto, los actos en defensa propia o que de otro modo estén legal
y moralmente justificados). Por ello, podemos decir que los homicidios son
comportamientos moralmente reprobables, con independencia de que el asesino se
arrogara el derecho de matar a la víctima porque se sintió moralmente ofendido por
ella. Se trata de un crimen con una motivación moral todavía, pero ya no cuenta
con la aprobación de su comunidad. Es decir, la motivación moral surge cuando
el homicida actúa porque la víctima ha roto las prescripciones morales que se
asocian a los cuatro tipos de relaciones sociales comentados: reciprocidad,
jerarquía, igualdad y proporcionalidad
EL MAL, EL MIEDO, LA IDENTIDAD Y LOS RELATOS
Hemos avanzado mucho, pero
todavía tenemos que ocuparnos de determinados asuntos antes de poder lanzarnos
a examinar a los asesinos objeto de este libro. El primero de ellos es el
concepto de relato —o historia, en el sentido de construcción narrativa—, y en
general la idea de que el ser humano es un ser narrativo, puesto que construye
su identidad a través de un relato en el que se explica a sí mismo, es decir,
su identidad es el fruto de un relato en el que explica los acontecimientos de
su vida y el papel que ha desempeñado en su biografía, con un componente
valorativo donde se ve como alguien poderoso o débil, y como alguien valioso o
despreciable, es decir, como alguien «bueno» o «malo»
Pero
no sólo eso, los relatos han sido también un instrumento esencial en el
desarrollo cultural de la especie, y han ayudado a su propia supervivencia.
Veamos todo esto con detenimiento
EL ANIMAL QUE RELATA HISTORIAS
Jonathan Gottschall es
un escritor y científico de la Universidad de Washington, en cuyo libro The
Storytelling Animal recoge importantes evidencias en favor de la naturaleza
narrativa del ser humano. En este apartado repasamos las ideas fundamentales de
esta obra junto con comentarios de otros autores
Escribe este autor: El
relato —sagrado o profano— es quizá la principal fuerza en dar coherencia a la
vida humana. Una sociedad se compone de gente fraccionada en diferentes
personalidades, metas y agendas. ¿Qué es lo que nos une más allá de nuestros
lazos familiares?
Y citando al novelista y poeta John Gardner:
La ficción es «esencialmente
un juego serio y beneficioso contra el caos y la muerte, contra la entropía».
El relato es la contrafuerza al desorden social, la tendencia de las cosas a
derrumbarse. El relato es el centro sin el cual el resto no puede mantenerse.
[En este libro, los términos «relato», «narración», «ficción» o «ficción
narrativa» se emplean de forma intercambiable]
Algunos de los mejores relatos nos
los contamos a nosotros mismos. No siempre separamos la ficción de la realidad:
en el mismo cesto mental mezclamos la información extraída tanto de la ficción,
de la imaginación, como de la realidad. Los científicos han descubierto que los
recuerdos que usamos para formar nuestras propias historias vitales son en
buena medida inventados y, como especie, el ser humano es adicto al relato.
Incluso cuando nos vamos a dormir, la mente permanece despierta toda la noche,
contándose historias. Luego el relato, la narración, la actividad mental por la
que creamos historias es consustancial a la naturaleza del ser humano: «El
imperativo humano para construir y consumir historias es más profundo que la
literatura, los sueños y la fantasía»
En otras palabras: interpretamos
el mundo, lo que nos ha sucedido y lo que proyectamos en el futuro que nos
puede suceder en forma de relatos o historias. Y lo que somos nosotros mismos,
nuestra identidad, está también en forma de relato. Esta idea central (que
interpretamos el mundo y quienes somos en forma narrativa) se aplica igualmente
a los asesinos
Más adelante estudiaremos los
relatos que ellos han ofrecido a la sociedad como fuente esencial para
comprender sus motivaciones y otras muchas circunstancias de sus vidas. Así
pues, el hombre utiliza la estructura del relato para acercarse al mundo; éste
es captado en forma narrativa
ASESINOS MÚLTIPLES Y OTROS DEPREDADORES SOCIALES
Pero también se produce el
fenómeno contrario, esos relatos que creamos influyen en nosotros: los relatos
moldean nuestra mente. Ya sea en películas, libros o en videojuegos, los
relatos nos enseñan hechos en torno al mundo, nos influyen en el modo en que
reflexionamos moralmente sobre los acontecimientos, y nos proveen de miedos y
esperanzas que pueden alterar nuestra conducta y quizá nuestra personalidad. La
investigación muestra que el relato «constantemente nos está incitando y
amasando, moldeando nuestras mentes sin que lo notemos o le demos permiso.
Cuanto más profundamente nos sumerjamos en él, más potente será su influencia».
Y ésa es la razón por la que determinados relatos o ficciones se han convertido
en referentes culturales a lo largo de nuestra historia
Por ejemplo, la
película de Francis Ford Coppola El padrino cambió para siempre la percepción y
el modo de presentarse y relacionarse de la mafia norteamericana; y —como
veremos en otro capítulo— el clásico de Stevenson El extraño caso del doctor
Jekyll y mister Hyde creó el argumento cultural de la personalidad fracturada
como explicación popular del asesino en serie, que fue asumida incluso por
muchos de tales asesinos. Gottschall recuerda que Tolstói escribió que el
trabajo del artista consistía en «infectar» a su audiencia con sus propias
ideas y emociones: «Cuanto más fuerte sea la infección, mejor será el arte que
logre»
Una investigación importante revela
que la gente resulta más traumatizada por las películas de terror que por los hechos
reales horribles que pueda ver por televisión, y no cabe duda de que las emociones
de la ficción son muy contagiosas, como lo son las ideas. El psicólogo Raymond
Mar ha escrito que las actitudes del lector se tornan más afines a las que
transmite el escritor en su relato; la ficción es más efectiva que la no
ficción cuando se trata de cambiar las actitudes. (Éste es un punto importante
que retomaremos en el epílogo)
Muy bien, hasta ahora ya sabemos que
el ser humano (a) se acerca al mundo —lo interpreta— de forma narrativa, (b)
que su identidad es también un relato acerca de quién es él mismo, y (c) que
los relatos a los que nos exponemos ayudan a modelar nuestra mente (y por
consiguiente también nuestra forma de pensar y actuar, es decir, nuestra identidad)
Ahora viene una nueva cuestión: ¿por
qué los relatos se centran de forma tan notable en los conflictos y situaciones
que nos proporcionan gran ansiedad e incluso miedo? Este libro trata sobre el
mal y los criminales, ¿y por qué nos interesa tanto este tema?
¿Qué tienen la violencia y el miedo que nos resultan a un tiempo
repugnantes pero fascinantes? Esta pregunta, como vamos a descubrir, tiene ya a
su vez una larga historia
Póster de Les pantins du vice,
de Charles Méré. Obra representada en el Teatro Grand Guignol de París, bajo la
dirección de Jack Jouvin, en 1929
EL HORROR Y LA MUERTE
Los relatos sobre los conflictos constituyen
también una gramática universal. Detrás de la gran variedad de relatos que
cuenta la gente existe una estructura común: gente que quiere o necesita algo;
gente que tiene serios problemas o dificultades para lograr ese algo y,
finalmente, una resolución, ya sea ésta feliz, desgraciada o con claroscuros
para todos los protagonistas implicados. Cuanto más ardua sea la empresa que ha
de desarrollar el protagonista para conseguir su meta, más interesados estamos
nosotros. Pero, además de una gramática, hay una semántica igualmente universal:
no importa el siglo o el país al que vayamos, sus relatos, sus obras de
ficción, son increíblemente parecidos a los nuestros, con independencia de las
formas culturales propias de cada lugar y época en que aquéllos vayan arropados
Esa similitud, entonces,
deriva tanto de la propia estructura compositiva (necesidad de algo/dificultad
en obtenerlo/resolución: la gramática) como de los temas tratados o semántica.
De hecho, los relatos giran en torno a un puñado de asuntos que son esenciales
en la condición humana: sexo y amor; miedo a la muerte y los desafíos de la
vida; el poder como forma de imponerse sobre los otros o como expresión de la
lucha por obtener la libertad
No puede ser una casualidad que
los temas morales asociados a las relaciones del hombre en cuanto ser social
sean también pocos y posean carácter universal. Según Steven Pinker, existen «unos
pocos temas que siempre aparecen de un modo u otro; es decir, en todas las
culturas la gente está obsesionada con la solidaridad y el afecto, con el
dominio y la autoridad, con la equidad y la justicia». Luego, si desde siempre
las personas han tenido una serie de preocupaciones esenciales porque han sido
fundamentales en su adaptación al medio y en su desarrollo como especie social,
tiene toda la lógica que la ficción recoja desde la noche de los tiempos esos
mismos temas esenciales
De acuerdo con pensadores como
Steven Pinker, los relatos son el vehículo mediante el cual la gente tiene la oportunidad
de practicar las habilidades fundamentales de la vida social humana. Por
ejemplo, la escritora de Arizona Janet Burroway señala que la ficción nos
permite adquirir experiencia emocional con un bajo coste: «La literatura nos ofrece
sentimientos por los que no tenemos que pagar. Nos permite amar, condenar,
perdonar, experimentar el terror, la esperanza o el odio sin correr ninguno de
los riesgos que esos sentimientos incluyen en la vida real»
Podríamos decir que la ficción es
una «vieja tecnología de la realidad virtual», que se especializa en simular
los problemas humanos que existen desde tiempos remotos
Una prueba de ello la
tenemos en las neuronas espejo; son las que se activan en nuestro cerebro
cuando realizamos una acción o sentimos una emoción, pero también cuando
observamos a alguien realizando una acción o sintiendo una emoción
Estas neuronas pueden ser
la base de nuestra capacidad para desarrollar en nuestras mentes poderosas simulaciones
ficcionales. Marco Iacoboni, un investigador de la Universidad de California
experto en este tema, escribió que «las neuronas espejo recrean para nosotros
la angustia que vemos en la pantalla». Pero, aunque esta explicación pueda ser
controvertida, lo cierto es que tenemos reacciones físicas a lo que estamos
viendo... lo que prueba hasta qué punto nos influye lo que estamos viendo.
Además, esa respuesta del cuerpo se traslada a la actividad cerebral: si nos
movemos inquietos en nuestra butaca porque el protagonista apenas puede
alcanzar en su huida la puerta que, escribe Jonathan Gottschall que la razón
por la que existen esta gramática y semántica universales es que «la mente
humana fue moldeada para el relato, con objeto de que pudiera ser moldeada por
el relato» una vez cerrada, le mantendrá a salvo del asesino, también nuestro
cerebro se estimulará como si de verdad alguien nos persiguiera para hendirnos
la cabeza con un hacha
Escribe Jonathan Gottschall: «Cuando
experimentamos la ficción, las neuronas están disparándose y contactándose, formando
las rutas de la mente que regulan las respuestas a las experiencias de la
vida». Y esto tiene mucho sentido porque el atractivo de la ficción radica en
que es buena para nuestra supervivencia. Y eso es así porque la vida humana,
especialmente la que vivimos en sociedad, es realmente complicada y nos jugamos
mucho en ella. «La ficción permite a nuestro cerebro practicar las reacciones a
los desafíos que han sido y siempre serán cruciales para el éxito de nuestra
especie»
La ficción nos ayuda a
sobrevivir porque nos recuerda dónde están las amenazas y cómo deberíamos
proceder para ser más eficaces a la hora de repelerlas
Stephen Asma, profesor de filosofía de la Universidad de Chicago, propone una teoría similar a
las neuronas espejo para explicar la importancia de la ficción en la capacidad
de supervivencia del ser humano, en su función de simulador de respuestas
eficaces ante las amenazas. Para Asma, las experiencias estéticas (narraciones)
tales como las tragedias de Shakespeare o las películas de terror, pueden crear
en el espectador respuestas corporales (o «marcadores somáticos»: respuestas
neuronales automáticas). Uno no puede saber cómo respondería si tuviera
enfrente a un serial killer; lo más probable es que nunca nos encontremos en
esta tesitura
Ahora bien, podríamos
encontrarnos en situaciones igualmente terroríficas, como la de ser asaltados o
víctimas de un secuestro o un robo con violencia, por ello es importante el
hecho de que hayamos practicado en nuestra imaginación tales circunstancias, de
modo que, aunque no estemos seguros de cómo vamos a reaccionar a esos hechos
cuando se presenten, esto no nos frena de generar respuestas en nuestra mente: usamos
nuestra imaginación con objeto de establecer y guiar nuestro pensamiento
consciente en situaciones caóticas e incontrolables
El profesor Asma señala lo siguiente: La historia de terror es quizá un
jugador permanente de la imaginación moral, porque la vulnerabilidad del ser humano
es permanente [...]. En tanto en cuanto haya enemigos reales en el mundo,
siempre existirán versiones dramáticas útiles [es decir, relatos o historias]
de éstos en nuestras cabezas. Y esos ensayos son esbozos voluntarios que
componen y emplean nuestros marcadores somáticos
SOLUCIÓN A LA PARADOJA DEL MAL
Por ello podemos decir que todos los motivos humanos derivan del instinto de
nuestra especie por sobrevivir, es decir, por defendernos de todo lo que
amenaza nuestra integridad física y psíquica. Otra forma de decir lo mismo, más
dramática: todos nuestros instintos o conductas impresas en nuestro ADN buscan
preservarnos del horror de la muerte
Es la maldición del ser humano en
cuanto consciente de sí: es el único ser en el planeta que sabe que va a morir.
Esta necesidad fundamental de sobrevivir define una existencia humana precaria,
ya que son innumerables las circunstancias y eventos de la vida que pueden
golpearnos a lo largo de nuestra biografía
Frente a esta ansiedad existencial, la cultura nos sirve para gestionar
ese horror frente al mal, cuya mayor representación es la violencia humana, es
decir, el acto intencional orientado a dañar al otro por motivos egoístas. La
cultura nos proporciona un contexto simbólico en el que participamos, y nos ofrece
un sentido de orden, permanencia y significado frente al caos de la
destrucción. Se trata, pues, de protegernos del horror de la muerte, y para
ello nos proporciona una visión del mundo comprensible, un relato en el que
confiamos: la vida, a la larga, es justa, nos decimos, y todo tiene un porqué
Si cumplimos con nuestro deber todo irá bien
El mal,
entonces, no es sino la acción violenta
intencionada e injustificada por destruir al otro. Las culturas crean relatos morales
y leyes para definir a los que intentan destruirlas
El mal absoluto, en
el sentido de una cosa en sí, un ente real, no existe. Para quienes miran
embelesados la decapitación de un secuestrado por la yihad, esa acción
representa el bien en su lucha contra el mal. En la práctica, los que aceptamos
los derechos humanos y las leyes que protegen la dignidad y la igualdad del ser
humano estamos obligados a señalar como malvados tales actos, y a confiar en
ganar esa pugna
Pero hemos de ser conscientes de
que la mayoría de los que llamamos «malvados» se perciben a sí mismos como
personas íntegras y buenas o, como mucho, gente «obligada por las circunstancias»
a actuar con violencia
La paradoja del mal, entonces,
tiene aquí su respuesta
En general,
la gente en todo el mundo y en todas las épocas se considera justificada para
cometer actos de violencia. En su moralidad, están haciendo lo que es correcto,
aunque destruyan vidas humanas indefensas. La lucha de la civilización se puede
resumir en la conquista progresiva del relato del mal (y del horror que éste
suscita) mediante el relato del bien. Asignar la experiencia del horror a los
sentimientos y conductas que ponen en riesgo la vida de la comunidad (es decir,
el mal: violencia, asesinato, incesto, canibalismo) es parte del desempeño del
desarrollo cultural y moral del ser humano. Porque si la visión del bien y el
mal es relativa, no lo es el efecto de mantener una visión u otra
El hecho de que las personas que viven en sociedades democráticas e
igualitarias (con sus limitaciones) tengan mayores cotas de bienestar físico y
psicológico prueba que nuestro relato es el correcto. Y en la medida en que los
asesinos múltiples, los terroristas y los asesinos en serie —por citar a los
grupos objeto de este libro— quieran sentirse bien a causa de nuestro dolor,
han de ser combatidos, sin importar lo que ellos argumenten
ÍNDICE
Introducción
1.
El
mal
2.
El
asesinato múltiple
3.
Los
tiradores
4.
El
asesino múltiple en España
5.
Los
asesinos múltiples en la familia
6.
El
terrorismo yihadista: las preguntas del
atentado
de Cataluña
7.
Las
claves del asesino yihadista: relato e identidad
8.
Entre
el asesinato múltiple y el terrorismo
9.
Los
psicópatas y los asesinos en serie
Epílogo:
Ángeles y demonios
Referencias
bibliográficas
FICHA TÉCNICA:
1
Libro
312
Páginas
Pasta
blanda en color plastificado con solapas
Primera
edición 2019
ISBN
9788434427952
Autor
Vicente Garrido Genovés
Editor
Ariel
FAVOR DE PREGUNTAR
POR EXISTENCIAS EN:
Correo
electrónico:
Celular:
6671-9857-65
Gracias
a Google por publicarnos
Quedamos
a sus órdenes
Libro ASESINOS MÚLTIPLES Y OTROS DEPREDADORES MÚLTIPLES Y OTROS DEPREDADORES SOCIALES
ResponderEliminarBiografía Vicente Garrido Genovés
Valencia, España, 1958
Vicente Garrido es catedrático acreditado de Criminología en la Universidad de Valencia, así como una de las autoridades más reconocidas en el ámbito de la criminología violenta. Ha sido consultor de Naciones Unidas y ha asesorado en diferentes casos a la policía y la Administración de Justicia. Entre sus libros destacan El rastro del asesino, Cara a cara con el psicópata, Los hijos tiranos, Asesinos múltiples y Nuevos perfiles criminales
Libro ASESINOS MÚLTIPLES Y OTROS DEPREDADORES MÚLTIPLES Y OTROS DEPREDADORES SOCIALES
Libro ASESINOS MÚLTIPLES Y OTROS DEPREDADORES MÚLTIPLES Y OTROS DEPREDADORES SOCIALES
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En el correo: alfonsomonarrez@gmail.com
Libro ASESINOS MÚLTIPLES Y OTROS DEPREDADORES MÚLTIPLES Y OTROS DEPREDADORES SOCIALES