EL MIEDO
Historia de una idea política
1 Libro Autor Robin, Corey
Editor Fondo de Cultura Económica
PRIMERA EDICIÓN 2009
La
obra: EL MIEDO; abunda en esa sensación de
alerta y angustia, desde el Jardín del Edén hasta nuestra época actual. Por
miedo político se entiende el temor de la gente a que su bienestar colectivo
resulte perjudicado
Y
es que, en la actualidad, el terror dicta políticas públicas, lleva nuevos
grupos al poder y deja fuera otros y se relaciona frecuentemente con actos de
gobierno
De la colección Política y Derecho
EN EL PROLOGO:
El
miedo, presencia constante en la historia de la humanidad. Tanto es así que sería
la primera emoción experimentada por los personajes de la Biblia
Ni
deseo, ni vergüenza, sino miedo. Luego de comer del árbol prohibido, Adán se
esconde de Dios y confiesa: “tenía miedo porque estaba desnudo”
Antes
de tener miedo, Adán y Eva existieron y actuaron en el mundo, pero sin
experiencia palpable del mismo. Atemorizados, de ahora en más, aparecen
rebosantes de experiencia. De este modo, aquella primera tentación de probar
lo prohibido viene a significar el paso del movimiento apático, a la acción
elegida. Su historia, nuestra historia, se encuentra lista para comenzar
Los
acontecimientos del 11 de septiembre del 2001 tendrían consecuencias similares;
de la pasividad en que habrían incurrido tras la caída de los regímenes
comunistas y el triunfo del libre mercado, los norteamericanos pasarían a la
acción más enconada contra sus nuevos enemigos. Antes del 11 de septiembre,
según la denuncia conservadora, los estadounidenses vivían ociosos en un baño
tibio de autismo social, regodeándose en la utopía del ciber-capital,
cultivando ‘paraísos privados’ que opacaron su sentido del mundo. Pero el 11 de
septiembre fue una pesadilla que los haría despertar de aquel sueño frívolo, si
no es que decadente, que duró una década. El miedo que provocó el atentado a
las Torres Gemelas, le habría devuelto a los Estado Unidos la claridad de que
el mal existe, e hizo posible nuevamente la acción. El 11 de septiembre no fue
el fin de la historia; al igual que el temor salvador de Adán y Eva, significó
nada más que el principio
Convencidos
de carecer de principios que sostengan la vida pública, siempre está al acecho
la posibilidad de validar la experiencia del miedo, tal como lo ha sido la experiencia
global tras los acontecimiento del 11/9, como la única capaz de hacernos pasar
de una sociedad de hombres y mujeres aislados en un pueblo unido. El problema,
dentro de los tantos que podría suscitar una pretensión de este tipo, es que al
considerar el miedo como pilar de la vida en común, nos rehusamos a reconocer
que éstos, nuestros temores, no son más que los síntomas manifiestos de los
conflictos permanentes en sociedades la injusticia y la desigualdad. Siendo
incapaces de evidenciar los conflictos reales que hacen del miedo un
instrumento político, se hace imposible la búsqueda de herramientas para
enfrentar dichos conflictos; todo lo cual, en último término, redunda en que
sigamos siendo sometidos y dominados por el miedo
Estos
serán los términos con que Corey Robín, académico de Ciencia Política en el Brooklyn College y en el Graduate
Center de la ciudad de Nueva York, columnista
en The New York Time y The Washington Post, expone los ejes de
problematización que guiarán y articularán de “El miedo. Historia de una idea
política”, texto galardonado con el Best First Book in Political Theory Award
de la American Political Science Association
El
libro que a continuación reseñamos, habla sobre el miedo, particularmente en
relación con la política moderna. Diferente de los miedos privados, como el
miedo a volar o a las arañas, producto de la propia experiencia psicológica y
que poco inciden más allá de nosotros mismos, lo característico de los miedos
políticos es que emanan de la sociedad o tienen consecuencia para ésta
Fue
Michel Montaigne quien declaró: ‘A lo que más le temo es al miedo’. Frase
inaugural para toda una tradición de teóricos y políticos que han asumido al
miedo como el gran mal de la civilización, impedimento letal de la civilización,
contra el cual se debiera luchar. No obstante, en ciertos autores pareciera
salvarse cierta noción del miedo, no sólo porque nos ponga en alerta frente a
peligros reales, impulsándonos a tomar medidas en su contra, sino porque, tal
como mencionábamos más arriba, el miedo supondría una agudización del estado de
experiencia; acelerando nuestras percepciones y acciones como ninguna otra
emoción
Para
que el miedo se estructure como acicate de la acción política, el objeto del
miedo debe formar parte del reino de la política. Si el miedo posibilita el
compromiso con valores políticos como el imperio de la ley o la democracia
liberal, son amenazas políticas a dichos valores los que se habrán de
enfrentar. Sin embargo, escritores y líderes insistirían en considerar a gran
parte de los miedos como no políticos, como si tuvieran poca relación con los
problemas y las controversias que animan las discusiones y la práctica
gubernamental. Asumiendo más bien el temor como un fenómeno alojado en
misteriosos intersticios remitidos la mayor parte de las veces al ámbito
psicológico
Esto
es lo que estaría presente en una parte importante de los análisis del 11 de
septiembre. Llegándose a indicar, por ejemplo, que no era el rechazo al poder y
a una política norteamericana, en
alianza con Israel, de intromisión en Medio Oriente. Para los comentaristas
conservadores, el atentado se entendía a partir de la ansiedad provocada por el
avance de una cultura laica y otros valores occidentales que amenazaban el
frágil sentido de identidad musulmán. Dentro de este mismo plano, otras
explicaciones apuntaban a razones puramente psicológicas. Para entender lo que
movió a Mohamed Atta, cabecilla de los ataques del 11 de septiembre, los
analistas recomendaban analizar la materia prima de su personalidad. La cual
estaba marcada por una compleja relación con las mujeres, de quienes se mantuvo
alejado hasta el momento de su muerte. El cuadro estaba completo, Atta y los
que conspiraron con él tenían problemas con su masculinidad; el 11 de
septiembre fue un acto de jóvenes de sexualidad ambigua tratando de probar que
eran hombres
En
este enfoque del miedo parece haber una contradicción. Por una parte se
considera el miedo como una oportunidad tanto de unidad social frente al
peligro, como de renovación políticas debido a la necesidad de tomar las
medidas adecuadas. Por otra parte, sin embargo, se piensa que en los objetos,
las acciones que producen temor no tendrían un sentido político. Ahí está, por
ejemplo, las supuestas causales psicológicas, problemas de masculinidad, de los
perpetradores del atentado a las Torres Gemelas. El problema es que al no dar
una explicación política a estos actos productores de temor, y a los sujetos
que los protagonizan, se les entiende y trata como enemigos incorregibles,
frente a los cuales solo resta encerrarlos o matarlos. En cambio, si se
entendiera los objetos de nuestros miedos como verdaderamente políticos, se
discutiría sobre ellos como se hace sobre otros asuntos entendidos como
problemas políticos; algunos los rechazarían, otros simpatizarían
con las quejas del otro; algunos quizá no los verían tan implacables o
peligrosos. La cuestión es que la tan anhelada unidad social y la tan
pretendida renovación política, siempre comandada desde los sectores de elites, se efectúa desde una noción que asume
el carácter no político dado a los actos productores de miedo
No
siempre se ha tenido esta percepción del miedo. Antes de la era moderna la
mayoría de los escritores consideraba el miedo como un remanente de nuestras creencias morales, producto de la
educación, las leyes y las instituciones políticas. A la vez que no se les
entendía como instrumentos de renovación cívica, tampoco las fuentes
productoras de miedos podían ser asumidas al margen de la política, todo esto
debido a que el miedo dependía de consideraciones morales respecto del bien y
el mal. En Aristóteles, Platón y San Agustín, por ejemplo, lo que convertía
algún objeto en algo temible era la consideración de que ese acto era
moralmente malo, y detrás de la adquisición de esos juicios morales siempre se
encontraba la ciudad, la república, la política
Pero
hoy se tendería a no pensar en el miedo
en relación a creencias y juicios morales, tampoco como una cuestión de
elección; definiéndose como una emoción instintiva, subpolítica. De ahora en
más al terror se le define como una reacción fisiológica ante un peligro;
reacción automática, involuntaria y demasiado inescrutable como para controlarla. Entendidas como
experiencias individuales, el miedo, el terror, no son analizados como
instrumentos tradicionales de la política
Para
Corey Robin, al separarlo de la moral y de la política, el miedo pasa a
transformarse en la base de estas dos últimas. Premisa que se establece como lugar común dentro de amplios sectores
de la teoría política moderna. Alexis de Tocqueville, en sus escritos sobre la revolución
francesa, en el reconocimiento de la desesperación por la pérdida del Antiguo
Régimen y la inquietud por la democracia
que se instituía, esperaba que sus contemporáneos renovaran la confianza al
sentir temor; el cual debía ser puesto a trabajar a favor de la libertad. De la
misma manera, para Hannah Arendt, con posterioridad del Auschwitz nazi y el
Gulag soviético, los axiomas del progreso universal eran inoperantes. Siendo a
propósito de esos horrores que el miedo pasaría a constituirse en el
instrumento de un nuevo consenso moral y político. Más recientemente, será la
académica Judith Shklar quien señalará que lo que caracteriza a la cultura
liberal es el reconocimiento de la crueldad como el summum malum, el primero de todos los vicios a partir del
cual se estructuran las modernas sociedades. En el ‘liberalismo de miedo’, como
lo denominará, el temor casi instintivo a la crueldad estructurará nuestra vida
en comunidad
A
contracorriente de esta tradición, nuestro autor va a argumentar que el miedo político no es un agente salvador
de la sociedad, tampoco está más allá del campo de la política; por el
contrario, es más bien una herramienta
política, un instrumento utilizado, ya sea, por las elites gobernantes o, como
asimismo, por activistas de alguna organización, todos los cuales persiguen
fines políticos específicos. Al recomendar que aceptemos nuestros miedos, al
ocultar los conflictos políticos que los producen, al considerar al liberalismo
tan sólo como una solución y no como un problema, quienes proponen estas
nociones están apoyando a las fuerzas de la sociedad que se benefician con la
utilización del miedo, negando apoyo a las fuerzas sociales que tienen mucho
que perder con el miedo
Lo
anterior refiere a un tipo a un tipo de miedo político; la definición e
interpretación que hacen los líderes
políticos de determinados objetos de temor y preocupación. Normalmente, en esta
modalidad se asume que los líderes y la población influenciada tienen una
identidad común, a partir de lo cual todos se sienten amenazados. Este tipo de
miedo es propio de los tiempos de guerra, escenario en el que es la comunidad
entre la que se ve amenazada por un enemigo externo
Junto
a éste, existe un segundo tipo de miedo político; un modo de temor que es
producto de las jerarquías sociales, políticas y económicas que dividen a esa
misma población. A pesar de que este miedo también es producido, ejercido o
manipulado por líderes políticos, su objetivo o función específica es la
intimidación interna, aplicar sanciones o amenazas para asegurarse de que un
grupo conserve o aumente su poder a expensas de otro. Si, por un lado, el
primer tipo de miedo implica el temor de una colectividad a riesgos ajenos a la
comunidad, por ejemplo, el terrorismo extranjero, el segundo tipo es más íntimo
y menos ficticio, siendo producido por conflictos intrínsecos a una sociedad,
como, por ejemplo, la desigualdad, ya sea en cuanto a riqueza, estatus o poder.
Es a partir de acá que, ubicándolo a la base del orden social, en tanto que
perpetua la desigualdad, el miedo surge como un básico de control
Concentrado
en esta modalidad interna del miedo, se sostendrá que los poderosos no sólo
están en condiciones de ejercer el miedo, sino que también pueden padecerlo.
Los poderosos sufren el miedo de que los que ocupan rangos inferiores en la
escala social se subleven un día, despojándolos de su privilegiada posición.
Sin embargo, el miedo político más relevante, por cuanto llega a estructurar en
forma importante la vida social, es el miedo que se siente frente al poderoso.
En última instancia, éste será el centro de preocupaciones a desarrollar en el
texto; más allá del actual miedo al terrorismo, o al comunismo, como lo fue
durante la Guerra Fría, los miedos más importantes son los que el ciudadano
común siente por sus superiores. Este tipo de miedo es represivo, garantizando
que se acaten las órdenes de los superiores, o simplemente impidiendo que se
haga algo por socavar la manera en que el poder está distribuido actualmente
En
su sutil cotidianidad, el lugar del trabajo es donde mejor se podría graficar
esta modalidad interna del miedo en nuestras sociedades contemporáneas
Pues es en las prácticas poco reglamentadas de
contratación, despido, ascenso y pérdida de categoría, en la coercitiva
intimidad impuesta entre el empleador y el trabajador, supervisor y
supervisado, en todas estas prácticas el miedo aparece en toda su capacidad de
estructuración de lo social
Llegados al final, no podemos dejar de señalar que cuando Corey Robin se aboca a la realización de una historia política del miedo, lo que nos propone es adentrarnos en aquella trama, desde luego compleja, en donde el miedo aparece como una de las dimensiones constitutivas, no sólo, de los Estados Unidos, sino que, más relevante aún, el miedo forma parte de la historia de Occidente, en general, y de Latinoamérica, en particular
Siendo
este el sustrato a partir del cual se explica una parte importante de las
reacciones, a nivel global, frente a los acontecimientos del 11 de septiembre
del 2001. Es así como el miedo al terrorismo, orquestado y manipulado por los
poderosos, está siendo utilizado para reorganizar la estructura de poder
mundial; haciendo casi imposible sustraerse a una comunidad de amenazados
ÍNDICE:
Agradecimientos
Introducción
PRIMERA PARTE
Historia
de una idea
I.
Miedo
II.
Terror
III.
Ansiedad
IV.
Terror total
V.
Lo que queda del día
SEGUNDA PARTE
Miedo
al estilo estadounidense
VI.
Educaciones sentimentales
VII.
Divisiones del trabajo
VIII.
Los de arriba, los de abajo
Conclusión:
Agonistas del liberalismo
Índice
analítico
Índice
general
FICHA TÉCNICA:
1
Libro
450
Páginas
En
formato de 21 por 14 cm
Pasta
delgada en color plastificado
Primera
edición 2009
Traducción
de Guillermina Cuevas Mesa
ISBN
9786071600424
Autor
Robín, Corey
Editorial
Fondo de Cultura Económica
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