LA TEORIA DE LAS FORMAS DE GOBIERNO
EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO POLITICO
1 Libro Autor Norberto Bobbio
Editor Fondo de Cultura Económica
LIBRO POR ENCARGO
Entre 1975 y 1976 Norberto
Bobbio impartió en la Universidad de Turín un curso dedicado a la teoría de las
formas de gobierno
Este volumen reúne
aquellas lecciones filosóficas en las que Bobbio se aleja de una perspectiva
meramente histórica y se plantea un objetivo fundamental: analizar los temas
recurrentes que habían sido discutidos por la mayor parte de los teóricos
políticos
Entre estos temas destaca
la tipología de las formas de gobierno, indispensable para entender conceptos
como oligarquía, democracia y despotismo
El autor Norberto Bobbio; se
pregunta cuántas y cuáles son esas formas y examina las respuestas que –desde la
Grecia clásica hasta los umbrales de la edad contemporánea- han surgido de la
pluma de pensadores como platón, Aristóteles, Maquiavelo, Hobbes, Vico,
Montesquieu, Hegel y Marx
A través de la combinación de
los enfoques descriptivo y prescriptivo, la obra: LA
TEORÍA DE LAS FORMAS DE GOBIERNO EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO POLÍTICO año académico
1975 – 1976; ofrece una doble posibilidad al lector contemporáneo: por
una parte, ubicar las categorías generales –empezando por la categoría misma de
lo “político”- y conocer los diversos aspectos del fenómeno político; por la
otra, permite establecer comparaciones entre las teorías y formas de gobierno
de distintas épocas, jerarquizarlas y determinar su valor y pertinencia en el
contexto político del siglo XXI
EN LA INTRODUCCIÓN:
El
curso de este año está dedicado a las teorías de las formas de gobierno. En los
años anteriores tuve la oportunidad de decir que si una razón de ser tiene un
curso de filosofía política, diferente a los cursos de historia de las
doctrinas políticas y de ciencia política, es el estudio y el análisis de los
llamados "'temas recurrentes''. Entiendo por "'recurrentes" los
temas que han sido propuestos y discutidos por la mayor parte de los escritores
políticos (de manera particular por quienes han elaborado o delineado teorías
generales o parciales de la política) y que, por tanto, forman parte de una
teoría general de la política. El conocimiento de estos temas recurrentes tiene
una doble importancia: por una parte sirve para ubicar algunas categorías
generales (comenzando por la categoría misma de lo "político"') que
permiten analizar y determinar los diversos aspectos del fenómeno político,
compararlos entre ellos, construir sistemas conceptuales aceptablemente
coherentes y comprensivos; por otra parte, permite establecer entre las
diversas teorías políticas, que han sido sostenidas en diferentes épocas,
afinidades y diferencias
Uno
de estos temas recurrentes es la tipología de las formas de gobierno. Casi no
hay escritor político que no haya propuesto y defendido una cierta tipología de
las formas de gobierno. No tengo necesidad de subrayar la importancia de estas
tipologías, sea porque mediante ellas han sido elaborados y continuamente
discutidos algunos conceptos generales de la política, como oligarquía,
democracia, despotismo, gobierno mixto, etc., sea porque ellas constituyen uno
de los aspectos por medio de los cuales una teoría puede ser caracterizada y
comparada mejor con otras.
Si
se considera la sociedad política (en una primera definición) como la forma más
intensa y vinculadora de organización de la vida colectiva, la primera
indicación que cualquier observador de la vida social está impulsado a hacer,
es que existen varias maneras de dar forma a esta organización según los
lugares y el tiempo. La pregunta a la que responde la temática de las formas de
gobierno es la siguiente: '"¿cuáles y cuántas son estas maneras?''
El
objetivo dcl curso de este año es examinar algunas respuestas particularmente simplificativas
a esta pregunta, desde la filosofía griega hasta los umbrales de la edad
contemporánea. De cada uno de estos periodos serán examinados solamente algunos
autores que considero ejemplares. No tengo necesidad de advertir una vez más que
la exigencia en la que se inspira este curso no es histórica sino conceptual.
Como no tengo conocimiento de que en sede histórica, es decir desde el punto de
vista de la historia de las ideas, se haya hecho semejante cosa, la
recopilación de materiales que derivará de estas lecciones podrá constituir un
instrumento útil de trabajo también para los historiadores
Antes
de iniciar la exposición y el comentario de algunas de las más conocidas
teorías de las formas de gobierno, conviene hacer algunas consideraciones
generales sobre el tema
La
primera consideración es que generalmente cualquier teoría de las formas de
gobierno presenta dos aspectos: uno descriptivo y otro prescriptivo. En su
función descriptiva el estudio de las formas de gobierno se resuelve en una
tipología o en una clasificación de los diversos tipos de constitución política
que de hecho, es decir, en la experiencia histórica y más precisamente en la
experiencia histórica conocida y analizada por el autor, se presentan a la
vista del observador. El escritor político en este caso se comporta como un
botánico que después de haber observado y estudiado atentamente un cierto
número de plantas, las divide de acuerdo con las diferencias o las une según
las afinidades, y al final llega a clasificarlas bajo un cierto orden. Las
primeras grandes clasificaciones de las formas de gobierno, como las de Platón y
Aristóteles, son de este tipo. Dicho de otro modo: derivan de los datos
recabados de la observación histórica, y reflejan la variedad de las formas en
las que se organizaron las ciudades griegas de la edad homérica en adelante
Sin
embargo, no hay tipología que solamente tenga una función descriptiva. A
diferencia del botánico que no se pone otro problema más que el de la descripción y no manifiesta alguna
preferencia, entre una u otra especie descrita, el escritor político no se
limita a describir; generalmente se plantea otro problema, que es el de indicar,
de acuerdo con un criterio de selección que naturalmente puede cambiar de autor
a autor, cuál de las formas de gobierno descritas es buena, cuál mala, cuál
mejor y cuál peor, y eventualmente también cuál es la óptima y cuál la más
incorrecta. En otras palabras: no se limita a describir, o sea, a manifestar un
juicio de hecho, sino que sin darse cuenta exactamente asume también otra
función, la de expresar uno o más juicios de valor, la de orientar las
preferencias ajenas, en una palabra la de prescribir. Como se sabe, la
propiedad de cualquier juicio de valor con base en el cual decimos que cierta
cosa (una acción, un objeto, un individuo, una formación social, etc.) es buena
o mala, es la de externar una preferencia con el objeto de modificar el
comportamiento ajeno en el sentido que nosotros deseamos
Puedo
decir lo mismo al señalar que una tipología puede emplearse de dos modos. Al
primero lo llamo "sistemático”, al segundo "axiológico". El uso
sistemático de una tipología tiene lugar cuando ésta se utiliza para dar orden
a los datos recopilados; el uso axiológico es aquel que se da a la misma
tipología cuando es empleada para establecer entre los tipos o las clases
ordenadas sistemáticamente un cierto orden de preferencia, que tiene el
objetivo de suscitar en los demás una actitud de aprobación o desaprobación, y
en consecuencia, repito, de orientar una preferencia
Habría
que preguntarse cómo es posible que el escritor político (y en general el
científico social) se comporte o se pueda comportar de manera diferente del
botánico (y en general del científico de la naturaleza). El problema es
bastante complejo, pero se puede dar una respuesta muy simple: el criterio con
el cual el científico social y el de la naturaleza afrontan el objeto de su
investigación está influido por el hecho de que el primero
considera que puede intervenir directamente en el cambio de la sociedad,
mientras que el segundo no estima poder
hacerlo en el cambio de la naturaleza.
El
uso axiológico que yo hago de cualquier concepto está estrechamente vinculado a
la idea de que un cambio en la estructura de la realidad a la que tal concepto
se refiere no solamente es deseable sino también posible: un juicio de valor
presupone que las cosas que yo evalúo pueden ser diferentes de lo que son.
Mientras un juicio de hecho no pretende más que dar a conocer un cierto estado
de cosas, el juicio de valor aspira a modificar el estado de cosas existente.
Se puede decir lo mismo de otro modo: mientras una teoría sobre algún aspecto
de la naturaleza es una teoría y basta, alguna que se refiera a cierto aspecto
de la realidad histórica y social casi siempre es también una ideología, es
decir, un conjunto más o menos sistematizado de evaluaciones que debería inducir
en quienes la escuchan la preferencia de un estado de cosas en lugar de otro.
Para concluir y para llevar la comparación entre el científico de la naturaleza
y el de la sociedad hasta sus últimas consecuencias, y mostrarla con toda
claridad, ninguno de nosotros se sorprendería si un investigador social, que de
acuerdo con el ideal científico del naturalista debería solamente describir,
explicar y tal vez prever, presentara un proyecto de reforma de la sociedad,
mientras que miraríamos con cierta desconfianza comprensible a un físico que nos
presentara un proyecto de reforma de la naturaleza
Considero
útil decir todavía más sobre el uso axiológico. Frente a la variedad de las
formas de gobierno son posibles tres posiciones: a) todas las formas existentes
son buenas; b) todas las formas son malas, y c) entre las formas de gobierno
algunas son buenas y otras son malas. En términos generales se puede decir que la primera posición es la de una filosofía
relativista e historicista según la cual cada forma de gobierno es adecuada
para la situación histórica concreta que la ha producido (y que no podría producir
otra diferente): en la conclusión de Ciencia nueva, Vico habla de "una
eterna república natural, en cada una de su especie óptima”. Un ejemplo de la segunda posición la veremos en Platón, según el
cual todas las formas de gobierno reales son malas, en cuanto son una
degeneración de la única forma óptima que es la ideal
La tercera posición es
la más frecuente: habiendo sido teorizada en una obra que ha hecho época en la
historia de la filosofía política, en la Política de Aristóteles, podemos
llamarla aristotélica
Todavía
hay necesidad de agregar que una axiología en general no se limita a distinguir
lo bueno (en sentido absoluto) de lo malo (en sentido absoluto), sino también
se preocupa por establecer mediante un juicio comparativo un orden, una
jerarquía, o mejor dicho un orden jerarquizado, entre las cosas que son objeto
de evaluación. Lo mismo sucede con el uso axiológico de las tipologías de las
formas de gobierno, con la consecuencia de que las formas buenas no son todas
buenas en el mismo grado, pues hay algunas mejores que otras, al tiempo que no
todas las formas malas lo son en el mismo grado, pues hay algunas peores que
otras
Mediante
el juicio de valor comparativo, una axiología de las formas de gobierno termina
por ser la sistematización de éstas en un orden jerarquizado, que por medio de
una escala de preferencias permite pasar no simplemente de lo bueno a lo malo,
sino de lo mejor a lo peor mediante el menos bueno y el menos malo
Resulta
superfluo hacer notar que la posibilidad de establecer una escala de
preferencias, sobre todo cuando los elementos por ordenar son muchos, tiene por
efecto una gran variedad de tipologías: dos tipologías que concuerdan en juzgar
como buenas ciertas formas y como malas algunas otras, pueden diferenciarse al
establecer cuáles son entre las buenas las mejores y entre las malas las peores
Por
encima del juicio de valor comparativo, una axiología puede comprender también
juicios de valor absolutos. Esto significa que una tipología de las formas de
gobierno puede llegar a una toma de posición tal que le permita indicar la
forma óptima y la peor
No
son raros los casos de escritores políticos que hayan elaborado una teoría de
la óptima república o del óptimo Estado (al lado del peor). Por lo menos se
pueden distinguir tres maneras de hacer un modelo del óptimo Estado:
a) Se puede construir un modelo de óptimo Estado mediante la idealización de una
forma histórica. Así sucedió, por ejemplo, como veremos, con Atenas y sobre
todo con Esparta en la antigüedad (y no solamente en la antigüedad), con la
república romana, considerada por algunos de los grandes escritores políticos
como un modelo de Estado del que se debería descubrir el secreto de su fortuna
y de su fuerza, con la república de Venecia en el Renacimiento, con la
monarquía inglesa en la época moderna. Se podría agregar que el primer Estado
socialista del mundo, la Unión Soviética, ha desempeñado la misma función en
cuanto es considerado como Estado - guía por los partidos comunistas de los
Estados que todavía no han sido transformados por una revolución
b) Otra manera de construir un modelo de óptima república consiste en
combinar en una síntesis ideal los diversos elementos positivos de todas las
formas buenas para eliminar los vicios y conservar las virtudes. Se trata del
ideal, del que veremos tantos ejemplos en el curso de las lecciones, del
llamado Estado mixto, cuya más exitosa teorización se debe al historiador
Polibio
c) Finalmente,
la construcción de la óptima república puede ser confiada a la elaboración
intelectual pura, abstraída completamente de la realidad histórica, o incluso a la imaginación, a la visión
poética, que se complace en diseñar Estados ideales que jamás existieron y que
nunca existirán. Se trata del pensamiento utópico que en todos los tiempos,
especialmente en épocas de grandes crisis sociales, ha tenido apasionados e
inspirados creadores
Mientras
las dos formas anteriores de óptima república son idealizaciones de la
realidad, la utopía se sale de la historia y proyecta su construcción en un lugar
y en un tiempo imaginario
Estas
consideraciones introductorias no estarían completas si no indicáramos el hecho
de que además del uso sistemático y del axiológico de la tipología de las
formas de gobierno, éstas pueden tener, y de hecho han tenido, otra función que
llamo '"uso histórico''. Entiendo por ""uso histórico" el
que han hecho algunos autores de la tipología de las formas de gobierno para
delinear una verdadera y propia filosofía de la historia; en términos simples, para
trazar las líneas dcl desarrollo histórico que transitaría de acuerdo con un
esquema, que naturalmente cambia según el autor, de una forma de gobierno a
otra. Con la siguiente consecuencia: las diversas formas de gobierno no
constituyen únicamente distintas formas de organizar la vida política de un
grupo social, sino también son estadios o momentos diferentes y sucesivos
—generalmente uno concatenado con otro, uno derivado completamente del desarrollo
de otro— del proceso histórico. Como veremos, en la antigüedad clásica una
teoría de las formas de gobierno se resuelve frecuentemente, aunque de manera
más o menos mecánica, en una concepción cíclica de la historia, o sea, en una
concepción de la historia de acuerdo con la cual una forma de gobierno se
disuelve para transmutarse en otra, hasta dar lugar a una serie de etapas de
desarrollo o de decadencia que representan el curso fatal de las cosas humanas.
Hegel nos proporciona un ejemplo sorprendente del uso histórico de una teoría
de las formas de gobierno, o mejor dicho de la transformación de un uso
sistemático en un uso histórico de la misma tipología. Este autor retoma la
célebre tripartición de las formas de gobierno hecha por Montesquieu
—monarquía, república, despotismo— y hace de ella los tres momentos fundamentales
del desarrollo histórico, al considerar al despotismo como la forma de gobierno
típica del mundo oriental, a la república del romano y a la monarquía del
moderno
Debe
agregarse que generalmente en el uso histórico de una tipología de ninguna
manera es irrelevante la distinción entre formas buenas y formas malas, porque
la mala como degeneración de la buena abre la puerta a la nueva forma buena, la
cual, a su vez, corrompiéndose crea las condiciones para un cambio siguiente
Cuando
la monarquía —que es la forma buena— decae en la tiranía —que es la forma mala—
nace como reacción la aristocracia, que es a su vez una forma buena, la cual al
decaer en oligarquía genera la democracia y así sucesivamente. En resumen, la
forma mala funge como etapa de paso obligado de una forma a otra y por
consiguiente desempeña un papel positivo (a pesar de su negatividad
sustancial), no en sí misma sino considerada como un momento de una totalidad.
También se podría decir, aunque es un problema que señalo solamente, que cuando
una tipología es usada históricamente, es decir, para trazar las líneas de una
filosofía de la historia, readquiere una función meramente descriptiva y pierde
todo carácter prescriptivo. Cuando lo que es axiológicamente negativo se
transforma en históricamente necesario, el juicio de realidad es superior al de
valor
FICHA TÉCNICA:
1
Libro
Pasta
blanda en color plastificado
Cuarta
reimpresión 2006
ISBN
9789681664671
Traducción
José F. Fernández Santillan
Autor
Norberto Bobbio
Editor
Fondo de Cultura Económica
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